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ABBY'S POV.

—Dejadme, no quiero ver a nadie —dije mientras cogía la sábana, me daba la vuelta y me arropaba.

Hacía tan solo unas horas había tenido que despedirme de Brad y estaba triste, muy triste.

—Vamos Abigail, tienes que comer —me dijo mi madre y yo fruncí el ceño.

—Deja de ser cabezota —me regañó Ash, poniéndose frente a mí.

La miré unos segundos y después cerré los ojos, haciéndole entender que no quería escuchar lo que tuvieran que decirme. Escuché como suspiraban y finalmente se marchaban de la habitación. Abrí los ojos, miré por encima de mis hombros y suspiré cuando vi que estaba sola. La bandeja de comida aún seguía en la habitación, pero no tenía hambre.

Estaba triste y, aunque sabía que él tenía la banda y que yo era una egoísta, me hubiese gustado que él se hubiese quedado un poco más de tiempo y estuviéramos juntos. La puerta volvió a abrirse y yo cerré los ojos de nuevo, no quería hablar con nadie.

—Abby, sé que estas despierta así que abre los ojos —me regañó Edward y yo los abrí mientras fruncía el ceño.

Él me tendió mi teléfono, ni tan siquiera me dejó ver quién era. Lo llevó a mi oreja directamente.

—Abby, pequeña —murmuró Brad desde la otra línea y en ese momento me sentí mal por actuar como una niña.

—Lo siento —le pedí y escuché un suspiro de su parte —. Tan solo te echaba de menos.

—Lo sé, yo también, pero no puedo descuidar mis cosas, ya sabes lo importante que es la banda para mí —me dijo y yo mordí con fuerza mi labio.

—Lo siento, no quiero que dejes tus cosas, de verdad. Sé que estoy actuando de forma infantil.

—Nos veremos pronto, te lo prometo y yo... —comenzó a decir, sin embargo lo corté.

—Tú cumples tus promesas —terminé por él y lanzó una carcajada que me hizo sonreír.

Tras eso nos despedimos, ya que iba a llegar a su casa y su madre comenzaría a preguntarle sobre mí, según él. Edward me miraba con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Desde el accidente actuaba como un hermano, en todas y cada una de sus facetas. Una vez casi hizo que Brad durmiera en el pasillo.

—¿Estás ya bien? —preguntó y rodeé los ojos.

—Perfecta —dije deslizando una falsa sonrisa que hizo que me fulminara con la mirada.

—Tienes suerte de que te aprecie —murmuró y solté una carcajada.

En el fondo Edward no podía enfadarse conmigo, le era completamente imposible.

El precio de la fama; bradley simpson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora