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( capítulo veintiuno ) ❛enfrentar el miedo ❜
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Me gustaba sentarme en la playa. Me gustaba sentir la brisa del viento cubrirme toda la cara, sentir la arena en mis dedos y oler aquel particular aroma a agua salada. Me podía quedar horas sentada solamente esperando la puesta de sol llegar, donde podía apreciar al hermoso cielo que nos cubre teñirse de diferentes colores a mi alrededor. Me gustaba trazar mi nombre en la arena, hacer garabatos en ella, escribir cualquier tontería, con la satisfacción que sabía que él mar lo iba a borrar todo en cuestión de minutos. Ojalá así fuera siempre, que el mar pudiera llevarse todo lo malo, todo lo que nos molesta, todo lo que no atribuye a nuestras vidas. Saber que las olas iban a poder borrar cada cosa que dibujara en la arena era un alivio para mí, podía escribir mis problemas y así tener la certeza que el mar se los llevaría.
Me encontraba sentada en la arena, pero esta vez solamente me encontraba estática, envolviendo mía piernas con mis brazos, con los ojos casi dormidos y un fuerte dolor en el pecho que parecía no quitarse con nada. La playa sorprendentemente se encontraba casi vacía, a excepción de dos niños que jugaban juntos a su madre lejos de mi. Los quedé viendo un rato y de golpe vino a mi cabeza el recuerdo de mamá, me sentí nostálgica, fue como si yo misma estuviera encontrando una forma de re-abrir esa herida, pero la realidad es que nunca había logrado sanar por completo. Levanté la cabeza sin quitar mi vista de la madre que jugaba tan alegre con sus pequeños. Me replantee en cuanto quería volver al pasado, dónde mamá estaba conmigo, cuándo todo era normal y me dedicaba a recorrer las transitadas calles de Nueva York junto a Zack y Jasmine. Todo era tan sencillo y si quiera el pensamiento de volver a esa sencillez se me hacía imposible en estos momentos.
La verdad es que no me arrepentía de nada, por más que quisiera convencerme a mí misma que mi vieja vida en Nueva York era mejor solamente estaría tratando de llenarme la cabeza con falacias. Venir a Kildare realmente marcó un antes y un después, me dio la oportunidad de conocer a los Pogues y la oportunidad de ver qué la vida fuera de mi pequeña burbuja era bastante diferente a como creía, me quitó la venda de los ojos sobre algunas personas y aunque todo era más fácil en mi vida de antes, lo cierto es que repetiría cada error que hice aquí una y otra vez. Outer Banks puso mi vida de cabeza de una forma que jamás hubiera imaginado, pero también me permitió sentarme en la playa, a trazar mi nombre.
