—Las necesarias para fortalecer nuestra amistad.

—¿Por qué carajos querría ser tu amiga? Me hiciste dormir en tu sillón. En tu balcón.

—Precisamente por eso, ¿no? Te conviene nuestra amistad.

—Olvídalo —espeté, y le mostré mi dedo medio antes de engullir el resto de mi comida decidida a no escucharla más.

🗡⚔•♣️•⚔🗡

Cuando terminé de comer, luego de un largo rato sin hacer nada productivo sentada en el balcón, intentando inventarle una vida a las pocas personas que transitaban a esas tempranas horas por el vecindario de las Lugo, decidí que sí había algo que necesitaba de Aysel.

Volví a la sala a buscar a la pelirroja, y la conseguí sentada frente al televisor viendo la adaptación a película de la historia bíblica de José, el rey de Egipto.

Me aclaré la garganta, acercándome al sofá por detrás.

—Ahora que lo pienso, sí hay algo que quiero hablar contigo.

—Ssshhh.

Cuando me mandó a callar, decidí acercarme a ella de frente, y lo que vi me dejó perpleja.

Su rostro estaba casi tan rojo como su cabello, de sus ojos cristalizados caían gruesos lagrimones de profundo dolor mientras en la pantalla José era vendido como esclavo por sus hermanos.

No podía creer que estuviese llorando con esa película.

Me puse frente al televisor y lo apagué.

—Te voy a matar —prometió, secándose los mocos con un pañuelo.

Lo dijo tranquila, pero luego de saber lo que le había hecho a su mascota, no ponía en duda su promesa.

—No serías la primera en intentarlo.

Dicho eso, me senté a su lado.

—Tenemos que hablar en serio —continué, ignorando su dramatismo—. Estoy recién llegando aquí y no sé nada de este lugar. Necesito que me digas qué debo saber de Malcom.

Aysel se giró para mirarme, y así se mantuvo durante unos segundos. Callada, mirándome de arriba a abajo, como si considerara si de verdad me merecía su ayuda.

—Lo primero que tienes que saber es con qué, y con quiénes, definitivamente, no te debes meter.

Asentí a sus palabras, aliviada de que quisiera hablar.

—Te escucho. ¿Con quién no debería meterme?

—Conmigo.

Rodé los ojos.

—Ajá. ¿Y quién más?

—Ni con la fe de mi abuela. Si lo haces, te mato.

—Ajá. ¿Y luego?

—Te diría que no te involucres con Sama'el, pero ya que es tu trabajo, por el contrario te recomendaría ser una buena chica. Los tipos como él quieren eso, un trozo de carne inocente qué corromper para luego comerlo y escupirlo. Sé eso, sé la más buena entre las chicas buenas, y definitivamente harás que se fije en ti.

—Entiendo, entonces...

—Pero no dejes que te pruebe. El deseo rápidamente consumado es como la llama de un fósforo: encandila cuando es encendido, pero rápidamente pasa. Si quieres entrar en la mente de Sama'el, tienes que ser su puta fogata.

No quise añadir que de todos modos no podría dejarle consumar ese deseo, no si quería mantener mi trabajo y mi cabeza.

—Gracias, de verdad aprecio los consejos —dije al fin, con una sonrisa amable que me costó más de lo que podía parecer a simple vista.

—El griego lo sabía, supongo —conjeturó Aysel encogiéndose de hombros—. Por eso te dio ese papel. No hay nada que atraiga más a un demonio que la santa castidad de una mujer reprimida por dogmas religiosos.

Sonreí, en eso tenía tanta razón que me sentí estúpida por no haberlo intuido yo misma. Puede que los tatuajes y las amenazas de Azrel me distrajeran más de la cuenta.

Aysel se acomodó con entusiasmo en el sofá, subiendo los pies a este y quedando de frente a mí, con cara de entusiasmo.

—Ahora que te he dado información valiosa, te toca a ti decirme cosas.

—¿Qué cosas?

—Tu nombre, por ejemplo.

—Mailyn.

—Tu verdadero nombre.

—Poison.

—¿Quién se llama Poison?

—Pues yo —espeté—. Es mi maldito nombre, ¿te molesta?

—¡No maldigas en esta maldita casa! —se levantó, roja de ira—. ¿No has entendido que este es un lugar sagrado?

—Lo siento, en serio, no te puedo tomar en serio cuando... ¡sé lo que le hiciste a tu puto gato!

Aysel agarró el control del televisor en un arrebato de ira y lo estrelló contra la pared detrás de mí. Una parte de mí todavía cree que apuntaba a mi cabeza.

—¡SUPERA EL MALDITO GATO! —gritó—. Hasta mi abuela pudo.

—¡Tu abuela ni sabe lo que le hiciste!

—¡Sigue sin ser tu problema!

—¡¿Por qué me lo contaste entonces?! —grité, llevándome las manos a la cabeza como si quisiera arrancarme el cabello.

Aysel rio y se cruzó de brazos, como si la respuesta fuera lo más obvio del mundo.

—¡Para darte la bienvenida con honestidad! Odio las mentiras, y más odio a la gente mentirosa. Como tú. Mentirosita.

—¿Yo soy mentirosa? ¡¿Yo?! —Me estaba carcajeando de los nervios. Necesitaría ayuda psicológica pronto después de conocer a Aysel—. ¿Qué engaño le metiste a tu abuela sobre lo que sucedió con Pinchis?

—No le mentí porque ella nunca preguntó.

Me reí a tal punto que mi cara me ardía de lo roja que debía estar. Me tapé el rostro con las manos y grité, grité de frustración porque no sabía llevar a la loca frente a mí.

Así que me resigné, le saqué el dedo y di media vuelta para irme a acostarme en su cama con los pies sucio, tirar las sábanas al piso y dormir hasta el día siguiente si era posible.

—Poison —me llamó cuando estuve al pie de las escaleras.

—¿Qué? —espeté volteando solo el rostro para verla.

—Me caes muy bien, sé que seremos buenas amigas.

—Medícate, por favor —fue lo que dije antes de subir corriendo los escalones que faltaban hasta el dormitorio.

~~~

Nota:

¿Qué les parecen estas dos juntas? XD

Nerd 2.5: Parafilia [+18] [COMPLETA]Where stories live. Discover now