Capítulo 16: ofrecimientos salvajes

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—¿De verdad?

Asentí.

—Sí. Tengo pesadillas durante meses después.

Abrió mucho los ojos.

—¿Meses? ¿Eso no es mucho?

Lo miré, seria.

—Lo es.

Lanzó un silbido bajo.

—Vaya, pobrecita. Honestamente, pensé que no le tenías miedo a nada, pero debí suponer que no era así luego de que me contaras lo de Bob.

Puse los ojos en blanco e ignoré lo último que me había dicho.

—¿Es muy tarde para cambiar la película?—pregunté, esta vez en voz alta, para que todos escuchen.

Alba me lanzó un almohadón.

—Cállate.

Entorné los ojos.

—Ni siquiera empezó...

Me fulminó con la mirada y decidí dejarla pasar. Solo debía cerrar los ojos y...

Una mano se colocó en mi muslo izquierdo.

Me tensé y miré a Cameron, que de repente, también tenía a manta subida hasta la barbilla. No parecía prestarme atención, sino que miraba fijamente la pantalla de la tele, en donde decía que la película estaba basada en hechos reales.

Me cago en la madre. ¿Basada en hechos reales? ¿Una película de terror? ¿Es que acaso me querían matar?

La mano comenzó a moverse. Tragué saliva y volví a mirarlo. Él parecía estar totalmente ajeno a lo que pasaba. Simplemente, miraba la pantalla, concentrado.

Hasta que sonrió.

—Deja de mirarme—dijo, pero jamás quitó sus ojos de la pantalla.

Entorné los ojos.

—¿Qué estas haciendo?—susurré.

Levantó las cejas, y esta vez, me miró. Ver su cara así, en la oscuridad, solo iluminada por la luz de la pantalla de televisión, me dio un escalofrió. Era hermoso. Completamente hermoso.

Frunció el ceño.

—Hacer ¿qué?—dijo e hizo más presión con la mano. Estaba a centímetros de mi parte más íntima, trazando infinitos círculos con el pulgar.—Si te molesta, paro.

Mordí mi labio.

—Sabes perfectamente a qué me refiero—susurré—. Y no...no pares.

Sonrió un poco más y volvió a mirar la tele. Mi corazón dio otra voltereta.

Su mano subió un poco más, y contuve la respiración. Estaba a milímetros de la parte en la que sentía más placer. Quería cruzarme de piernas en ese preciso instante debido a la anticipación.

Como no era para nada justo lo que estaba haciendo, decidí igualar los términos. Deslicé suavemente la mano por su pierna, desde la rodilla hasta la cadera, y luego la coloqué en la cara interna de su muslo.

Sentí el preciso instante en el que su cuerpo se paralizó. Todos sus músculos se tensaron, y hasta parecía que su respiración se había detenido. Nunca lo dejé de mirar. Si él iba a ser mi distracción de la película, que así sea.

No dijo nada, sino que tragó saliva y movió un poco más la mano. Yo hice lo mismo.

Giró la cabeza y me miró, expectante. Ya no estaba sonriendo. No, ahora me miraba con una expresión que...que hacía que quisiera tirarme en este sofá y hacer cosas muy, muy malas.

Despacio, se inclinó hacia mí, y puso su cara en el hueco de mi cuello. Hice un poco de presión con la mano. Él hizo lo mismo.

—Dime—susurró en mi oído, con voz ronca, y casi suelto un gemido.—Dime qué quieres que haga—deslizó su lengua por el lóbulo de mi oreja y luego lo mordió. Subió más su mano y...llegó. Llegó ahí. Comenzó a trazar suaves círculos, con la presión justa, y comencé a sentir que me iba a desmayar ahí mismo del placer.

Dios santo, Cameron me estaba tocando. En una sala llena de gente. Abajo de una manta. Mientras una película de terror basada en hechos reales estaba en la pantalla. Era todo tan absurdo e inesperado que quería golpearme la cabeza contra algo para comprobar que esto estaba pasando realmente. Pero si lo hacía, seguro me echaría de la casa.

Lo positivo de la situación era que realmente estábamos en un lugar estratégico. Era como si tuviéramos nuestro mundo aparte. También, la manta ayudaba un montón. Así que no estaba preocupada por los demás, porque sabía que no podían vernos.

—Solo dime—siguió diciendo, pero luego detuvo la mano por completo. Mi respiración estaba acelerada, y ya no estaba controlando mi cuerpo.

Sin pensarlo, coloqué mi mano en el centro de su entrepierna y presioné. Luego moví un poco las caderas para indicarle que siguiera.

Cameron se quedó completamente quieto. Su pecho subía y bajaba de manera acelerada contra mi brazo, y eso me excitaba aún más. Con la mano libre que tenía, agarró mi mano, que estaba en su entrepierna, y me la apartó.

—Si haces eso me desconcentras—dijo en mi oído—. Yo quiero distraerte a ti, Atenea—. La manera en que pronunció mi nombre hizo que los dedos de mis pies se curvaran.—Déjame olvidarte de que estamos viendo esta película...

Asentí y cerré los ojos, pero dejé mi mano en su muslo. No quería perder el contacto con él.

Cameron depositó otro beso en mi cuello y luego se sentó recto, como antes. Parecía que estaba mirando la película, y si no fuera porque tenía la mandíbula apretada y su mano estaba dándome placer, lo hubiese pensado realmente.

Cameron no frenó. No, hizo todo lo que estaba a su alcance. Diría que era un experto, de esos que ya no existen, pero creo que es más que eso. Solo el hecho de pensar que su dedo estaba adentro mío, hacía que me retuerza de placer.

Tuve que morder la manta y apoyar la cabeza en su hombro cuando estaba llegando al clímax. Él no se apartó de mí, sino que intensificó sus movimientos, y podía oír lo acelerado que estaba su corazón.

Luego de que la tensión pasara, de que mi cuerpo renaciera, seguía relajada contra su hombro. Mi respiración seguía acelerada y la de él también. Parecía que nuestros corazones estaban sincronizados.

—Quédate—dijo bajito.

Lo miré confundida. Su brazo ahora estaba alrededor de mi cintura, y todo mi costado estaba pegado al suyo.

—Estoy aquí.

Mordió su labio.

—Quédate esta noche.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora