Capítulo 4

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Organizó el departamento bien tempranito, y cuando quiso comenzar a preparar el desayuno, Henry bajó las escaleras entusiasmado, interrumpiendo sus planes.

"¿mi tío no ha llegado?", ni buenos días dijo, ella lo miró con las manos en la cintura, "buenos días mamita", fue hasta ella y se abrazó de su cuerpo, ese gesto era el pedido silencioso del perdón por haber sido tan mal educado.

"buenos días mi niño", lo despeinó, ganándose la molestia del chico, "no, per...", el timbre de la puerta se escuchó en todo el departamento, impidiéndole continuar, Henry se le desprendió del abrazo y corrió para abrir.

"¡TÍO!", de inmediato supo sobre la llegada del rubio, los nervios se apoderaron de todo su cuerpo, la noche anterior, él había invadido sus sueños otra vez, se despertó con lágrimas en los  ojos al darse cuenta de que la bonita aventura que estaba viviendo, no era cierta, que todo era producto de su mente que jugaba con ella.

"buenos días, Regina", su corazón se aceleró mucho más al escuchar su voz y presentirlo tan cerca y a la vez, a tantos kilómetros de distancia.

"hola, David", disimuladamente, se sostuvo de la pared que más cerca le quedaba para buscar apoyo, de lo contrario, caería, es que el rubio de ojos azules frente a ella, había decido usar un atuendo que le quitó el aliento de inmediato lo vio.

"traje desayuno", mostró las bolsas en sus manos.

Después de haberse dado cuenta de que ni un ojo pegó durante toda la noche, pensando en ella y en su tormentoso pasado, fue de compras matutinas.

"tengo mucha hambre", comentó el niño, sacándoles una sonrisa, pero, el llanto de Roland que estaba en su corralito demasiado entretenido con sus jugueticos, los sobresaltó.

Regina se apresuró para ver qué había ocurrido, David fue más ágil, anduvo muy rápido, dejó las bolsas en la cocina, corrió a la sala y levantó al pequeño que se resbaló y se golpeó con uno de los carritos de jugute, el llanto fue estremecedor.

"ya mi niño, tío está aquí", lo balanceó y ni así se calmaba.

"a ver, mi corazón, deja que mami vea qué te ocurrió", el niño tenía los ojitos cerrados, mientras lágrimas caían libremente, ella lo revisó con cuidado para descubrir que tenía sangre en la boquita, el impacto entre el carrito y sus dientecitos le hizo una pequeña cortadita en el labio superior.

"un poquito de azúcar detendrá el sangrado", sugirió David, ambos parecían un matrimonio auxiliando a su hijo más pequeño, Henry observaba toda la escena sin moverse del lugar, era la segunda vez que sus ojos presenciaban algo así entre ellos, "ve con mami", lo puso en sus brazos, de inmediato se recostó en su hombro y lloró con más sentimiento, sentirse bajo el calor maternal le permitió desahogar todo su dolor, aunque era más el susto.

"ya mi vida", lo sostuvo por la cabecita y lo balanceó.

"si te portas bien y te comes esta cucharadita de azúcar, tío te tiene una sorpresa", Roland abrió los ojitos y su llanto cesó un poco, dándole la oportunidad a Regina de darle el azúcar, lo ayudaría, "ese es mi niño", abrió su mano y sacó un bombón de chocolate, los ojitos le brillaron, pero no fue el único, un par de ojos café se interpusieron en el rango de su visión, provocándole un suspiro, que tuvo que inhibir, aunque sí le hizo caso a sus instintos, siguiéndole el ritmo a esa intensa mirada, aumentando la conexión, el silencio fue casi tormentoso, se había encargado de darle a Henry un turrón de maní, el pequeño en brazos de Regina devoraba el chocolate, dejándoles plena libertad para su intercambio.

"linda", movió sus labios impidiendo que sonido alguno saliera, solo la articulación de la palabra que tanto significado tenía, selló con broche de oro el momento.

Sorpresas de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora