Capítulo 3

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Comieron pizzas con muchos desos, Henry se devoró dos porciones, David no se quedó detrás, hasta Roland sorprendió a todos.

"mientras tú duermes a este pequeñín, Henry y yo terminaremos los quehaceres de la casa", David comenzó a cargar los platos sucios para la cocina, el niño de diez años sin chistar, lo siguió.

Ella estaba encantada por el ambiente de tanta familiaridad que se respiraba en el departamento, pero le daba pánico creer en esa ilusión, tomó a Roland en sus brazos, subió las escaleras y entró a su habitación, le puso un pijamita con ositos, lo balanceó par de veces y el niño cayó en brazos de Morfeo, lo acostó en su cunita, apagó la luz y al no sentir voces, bajó las escaleras cautelosamente, para encontrarse con que David y Henry estaban sentados a la mesa, haciendo los deberes de la escuela, como su presencia fue imperceptible, se aprovechó, quiso admirarlos, fue inevitable que lágrimas rodaran por sus mejillas libremente, la escena era tan tierna, el rubio le indicaba al niño lo que debía hacer, él obedecía de inmediato, en ocasiones reían por cualquier tontería que se susurraban mutuamente al oído, ella, aunque no sabía de lo que trataban sus bromas, también reía en silencio con ganas de gritar a los cuatro vientos, sus más escondidos y enterrados sentimientos, pero no, debía mantener su posición, ella lo odiaba, y lo odiaba mucho.

"¡mami!", exclamó Henry, recogía sus cuadernos dentro de su mochila, "el tío David me ayudó con las tareas", se acercó a ella y le mostró algo, "mira, acabo de hacer un dibujo para ti", era un corazón inmenso y dentro de él, estaba la familia completa, "esta eres tú", le apuntó para una muñequita con el cabello muy largo.

"pero yo no tengo el cabello tan largo", hacía muchos años se había cambiado de apariencia ahora lucía su cabello corto.

"es cierto, pero el tío me dijo que cuando te conoció tu cabello era largo y te veías bellísima", tuvo que mirar la reacción de David, parecía que las estrellas habían descendido del cielo, justamente para brillar en sus ojos, en ese mismo instante, tan pequeñito y efímero, sus ojos se dijeron tantas cosas, esas mismas que llevaban guardando durante tantos años, suspiró cuando el niño continuó explicando el dibujo.

"aquí, a tu lado estamos mi papá, mi hermanito y yo", le resultaba extraño que David no estuviera incluido, "mi tío no quiso que lo pintara", ahora lo entendía todo.

"es una foto de la familia", explicó David desde su posición.

"eres mi tío", fue su reproche.

"otra vez será", dijo inconforme con su propia decisión de excluirse, solo Dios sabía cuánto él ansiaba ser el dueño de esa familia, el padre de sus hijos, su legítimo esposo, quien la representara en la sociedad, quien en estos momentos le estuviera besando los labios, haciéndola reír, quien jamás se hubiera marchado dejándola atrás con los niños, cada día le costaba más asimilar la situación, si tan solo hubiera llegado antes o se hubiera armado de valor para...

"a dormir jovencito", la voz de Regina lo sacó de su sueño.

"tío, ¿me lees un cuento?", le hizo tal carita que fue imposible negarse.

La aprobación de Regina llegó de inmediato, se apartó del camino y los dejó caminar escaleras arriba, ella comenzó a recoger el reguero de juguetes que Roland había hecho, encendió la televisión, buscó una botella de vino, se sirvió una copa y se entretuvo con una película, distrayéndose a tal punto de olvidarse hasta de sus propios problemas, esos que la acongojaban.

"buenas noches, Regina", Henry no demoró mucho en quedarse dormido, ya no tenía nada más que hacer ahí.

"ya era hora de que te fueras", con su estilo característico, se dirigió a la puerta, le abrió para despedirlo, "no quiero que vengas más y no pienso repetirlo", ahí estaba nuevamente, tratándolo como una basura.

Sorpresas de la vidaWhere stories live. Discover now