Prológo

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Me sentía muy nerviosa al entrar por primera vez a este lugar. Mi corazón latente y mi garganta cerrándose, se me hacia difícil pasar algo de saliva tenia que hacerlo con más fuerza. Estaba esperando en la sala de la psicóloga, su recepcionista estaba en su hora de comida así que evitaba sacar platica ya que yo suelo hacerlo a menudo. No quise molestarla y solo estuve esperando allí a que fuera mi turno.

Mis piernas estaban muy inquietas y mis dedos al ritmo de sus movimientos. Miraba hacia los ventanales pensando en si irme o quedarme, pero tengo que hacerlo. Como dicen todos, es el primer paso.

—Ana Laura Díaz— una voz femenina hizo que saltara del susto, sonreí y me levanté.

La psicóloga me vio sonriente dándome pasó a su consultorio. La estancia era fresca y su aroma muy relajante, detrás de su escritorio había un estante lleno de libros con tonos obscuros como si fuese la estantería de un abogado.

Tomé asiento en un sofá muy largo y cómodo. Crucé mis pies al igual que mis manos posandolas en mis piernas. Mordía mi mejilla interna y la psicóloga me sonrió.

—Bienvenida Ana, ¿cómo te sientes el día de hoy?— cruzó sus piernas esperando mi respuesta.

—Nerviosa, en realidad— confesé.

—Es normal querida, es el primer paso y es el más fuerte— me guiñó un ojo y yo solté un suspiro nervioso.

Después de varios minutos contándole acerca de mi, tocamos el tema acerca del libro que comenzaba a escribir. Tenía miedo, porque se que tendría la opinión de alguien profesional en el ámbito de la psicólogia.

—Riverwalk. Así se llama—confesé.

—¿Por qué lo nombraste así?— preguntó mientras anotaba en su iPad.

—No estoy segura, solo recordé ese lugar e imaginé una historia de amor— sonreí nerviosa.

—¿Ese libro habla sobre tu vida?

—No.

—¿De qué habla?— me miró interesada en el tema.

—De un amor que jamás pude tener—tragué saliva tratando de no llorar. Mi vista comenzó a cristalizarse, así que empecé a respirar profundo.

—¿Quién es ese amor?

—Alguien que...aún pasa por mi mente—reí—, alguien que asesinaron.

Mi voz se quebró.

Después de que terminó la sesión subí al auto y antes de arrancar solté un suspiro pegando mi frente al volante. Mis lágrimas salieron para empapar mi rostro, mis mocos se aflojaron así que snifeaba seguido. Arranqué el auto y me detuve en una tienda para comprar algo de beber.

Escogí un judo de mango con pulpa, fui hacia la caja y pagué por este.

Un aroma familiar hizo que saltará mi corazón, giré para sabee de quien se trataba, pero alargué mi semblante cuando supe que no era él.

—Gracias— me despedí del cajero y salí de la tienda.

Dedicado a todas aquellas personas que alguna vez caímos por amor, perdimos un amor y entregamos nuestro amor.

RIVERWALKWhere stories live. Discover now