𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐

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The story of my life llenaba mi cabeza mientras el taxi me llevaba a mi nueva casa. 

La casera, la señora Willson, una mujer de unos cincuenta años me esperaba en la puerta.

-Hola, Coraline, te estaba esperando.

Me pareció raro como pronunció mi nombre e iba a corregirla cuando recordé que ya no estaba en Italia, y que debería acostumbrarme.

-El vuelo se retrasó.- dije sacando las maletas del maletero.

-No te preocupes mujer, yo te ayudo.

Entramos a la casa y dejamos las maletas en el vestíbulo.

-Me parece injusto que me pagues antes de ver la casa en persona, así que págame después.- dijo antes de que sacara el cheque.

Me hizo un tour por toda la casa, tenía dos habitaciones un baño, una cocina, un salón y un comedor. Aparte de un patio delantero y trasero. Era una muy bonita casa de campo e iba acorde con el pequeño pueblo.

No necesitaba más.

Si al menos no fuéramos solo yo y mi consciencia tal vez necesitaría más espacio. Pero ya no había nadie acompañándome.

-No entiendo como una chica tan guapa y joven como tú puede estar soltera.

Porque soy tonta mujer.

-Larga historia. 

Le entregué el cheque y ella se marchó con una última frase.

-Este sábado habrá una barbacoa en la casa de enfrente, ve, estaré yo también. Te presentaré a los vecinos.

-Gracias.

-Gracias a ti por darle vida a esta vieja casa. 

Sonreí antes de que cerrara la puerta. Me senté en el sofá y resoplé varias veces.

Había vivido sola mucho tiempo, pero ahora me parecía aburrido y tonto. Quería volver a Italia.

Pero no podía. Mi mente no me dejaba.

Cogí las maletas y las subí a la habitación para mantener mi mente ocupada.

Fue imposible. Lo primero que saqué fue la camiseta que la banda me había regalado por su primer concierto de Il ballo della vita.

Respiré el olor de la camiseta, tenía el olor de los chicos y de ese día. Las lagrimas empezaron a brotar y me aferré a la camiseta como si fuera mi vida.

Mi vida entera se basaba en Italia y ahora no era capaz ni de recordar la bandera sin derramar una lágrima. 

De algún modo mi vida ya no estaba allí. No sabía donde pero tenía que descubrirlo, quería descubrirme y tal vez, solo tal vez, volvería cuando estuviera preparada. 

Pero veía tan lejano ese destino. El resto de la tarde fue llorar en mi cama, para estrenarla bien, mientras escuchaba el tono de llamada y veía el nombre de Vic en la pantalla. 

Hubo un momento que paro, pero el siguiente fue Thomas. 

Lancé el teléfono con todas mis fuerzas y chocó con la pared, después con el tocador de madera vieja como la casa, para caer de frente con el suelo.

El estruendo dejó libre a mis llantos y pude llorar tranquila hasta dormirme.

A la mañana siguiente me desperté con picor en los ojos, me levanté y fui a la cocina como si tuviera algo para comer. 

Cerré la nevera enfadada y a este paso iba a romper la casa entera.

Volví a la habitación y miré el panorama. Mi móvil destrozado en el suelo. Las maletas abiertas pero sin deshacer. La cama desecha. Y su camiseta entre las sábanas.

Me dirigí al móvil. Aún funcionaba por algún tipo de milagro pero tenía casi toda la pantalla destrozada. Lo lancé, esta vez suavemente, a la cama.

Quería alejar mi mente de cualquier pensamiento, cualquiera. Fui prenda por prenda dejándola en el armario. Hasta que solo quedó esa camiseta mezclada con las sábanas.

La arrugué en mi manos y la lancé al fondo del armario deseando que se fuera a Narnia y deseando que así pueda empezar un nuevo capítulo de mi vida y dejar de sufrir por mierdas como camisetas.

Solo es una camiseta. Solo eso.

No te convences ni a ti misma hija. 

Tenía puesta la ropa de ayer. Así que con eso y con los ojos rojos me fui a ver si podía encontrar comida, al menos para comer ahora.

Había una poca gente por las calles. En el pueblo vivían unas 1000 personas , pero no pasaba de las 1500. Era pequeño dentro de lo que cabía. 

Y era tranquilo.

Apenas había coches en la calle, la mayoría de coches estaban en los garajes de las casas. Podía escuchar las voces y risas de los niños en los patios y pasé al lado de un parque donde jugaban los niños y sonreí levemente mientras quitaba los restos de lagrimas. 

En esa misma calle había un pequeño mercado. Me metí y compré lo que necesitaba en ese momento, ya iría otro día a comprar más.

Y no iba a dejar a la gente en la cola esperando por cuatro mierdas.

Volví sobre mis pasos con dos bolsas llenas.

Deje las bolsas y miré la muy estropeada pantalla de mi móvil.

Pude ver dificultosamente las notificaciones, 13 llamadas perdidas de Thomas, 25 mensajes de Ethan y 20 llamadas perdidas de Victoria. También tenía llamadas de mi hermana.

Pero ninguna de él.

Dejo el móvil en la mesa y me pongo a quitar las cosas de las bolsas y meterlas donde sean.

La mujer de la casa había sido muy amable y me había dejado unos pocos platos y cubiertos para que pudiera comer.

Saqué las croquetas de jamón ya hechas para ponerlas en aceite. La cocina era de gas y a mi siempre me había dado mucho miedo y solo encontré unas cerillas.

Encendí el gas, luego la cerilla y con mucho miedo acerqué la llama al gas, quemándome un poco en el proceso.

-Joder.

Me acerqué al grifo y lo abrí pero salió agua caliente.

-A la mierda.

Volví a apagarlo y mientras me chupaba el dedo como una niña pequeña puse el agua fría y lo metí en el agua. 

Esto no hubiera pasado si él hubiera estado aquí.

Brividi ✔️ ꜰᴀᴍᴇ #2Where stories live. Discover now