Problemas en el paraíso

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Me obligo a mantener mi culo en la silla, a tomar el lápiz y seguir escribiendo, a ignorar las miradas inquisitivas de mis compañeros de clase y de la profesora, como si estuvieran esperando a que yo salte y lo persiga como en las películas románticas tóxicas de Hollywood.

Llamo a la concentración, imploro para que la sensatez se apodere de mí, pero, cuando acabo el examen y dejo la sala, no lo veo por ningún lado. He mirado en cuatro pasillos distintos menos en los baños.

―Idiota. Eres una idiota. ―me digo y troto hasta las escaleras que me llevarán al comedor.

 ―me digo y troto hasta las escaleras que me llevarán al comedor

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Me dirijo a la salida, sola, mientras les escribo a mis amigos. Peter tiene una cita reconciliadora con Adam y Evi tiene una pequeña reunión con su chico misterioso de la cual prometió hablarnos más tarde.

No tengo a nadie que me lleve a casa y la batería de mi teléfono está baja así que no me queda otra que caminar. Kilómetros me esperan por delante, listos para aplastar mis pies y dejarlos chuecos y doloridos.

Me quedo parada en el estacionamiento y hago una panorámica del espacio. Se supone que tengo que ir a las prácticas finales del equipo, con el partido final, la entrenadora nos tiene trabajando duro. Por un lado, me ayuda a mantener la cabeza despejada. Me gusta el deporte, disfruto haciéndolo, pero no me dedicaría a ello. Aún no sé a qué quiero dedicarme y el tiempo se me está agotando. De todas formas, hasta que lo descubra, necesito enfocarme en lo que me queda por delante.

Recibo un mensaje en el grupo de las chicas de handball. Están debatiendo acerca de hacer las prácticas en el gimnasio o hacerlas al aire libre. Yo siempre estoy a favor del campo, pero prefiero no interferir. En ocasiones como estas, las dejo hablar y que lo discutan con la profesora.

Sin embargo, algo en lo que todas están de acuerdo es en que no debemos faltar a las prácticas de esta semana. Ni de la siguiente.

Bufo, estresada. No importa, tengo tiempo hasta que papá pueda liberarse de la peor parte de su trabajo y pedirle un aventón.

Cuando estoy girándome para ir a los vestidores, veo la cabellera anaranjada de Violet. El ruido de los tacones se escucha en todo el sitio como un eco, haciendo evidente que está molesta. Grita y mueve las manos a su alrededor, enfatizando lo que sea que está queriendo decir. La persona que está frente a ella está de espaldas a mí, pero podría reconocerlo en cualquier sitio, hasta en una multitud. Ese cabello rubio y esa espalda, no tan ancha pero bien formada, esos hombros hundidos.

Achino los ojos, tratando de ver mejor a la distancia.

Mittchell se está encogiendo ante sus reclamos, sean cuales sean. Él nunca se ha encogido ante nadie, mucho menos delante de Violet. Le responde de vuelta, algo que hace que sus mejillas se vuelvan del color de la sangre. Acto seguido, Mittchell se da la vuelta y camina. Rápido, apresurado. Está nervioso. Algo no está bien con él, nunca lo he visto de ese modo, como si estuviera desesperado.

Pasa por mi lado y puedo jurar que he visto lágrimas bullendo en sus ojos grises.

Y que me lleven al infierno, pero no puedo ignorar eso.

Lo sigo, antes de que entre en el baño de hombres y me cierre la puerta en la cara. Me debato entre tocar o no. Antes me detuve, sosteniendo que conservo un poco de amor propio. Ahora... no estoy tan segura.

Levanto dos dedos y los hago sonar.

―Está ocupado. ―su voz ahogada suena a través de la madera.

Trago duro y aprieto los ojos.

―Soy yo.

Se queda callado. No hay señal de ruido. Si tuviera que adivinar, diría que no está respirando.

Pasan unos segundos hasta que pregunto de nuevo:

―¿Estás bien?

Silencio.

―Sí. Vete.

La frialdad con la que me deshecha me golpea de lleno. De repente, me llenan los flashbacks de segundo y tercer año, cuando lo único que le importaba era molestarme y me hablaba con ese tono de voz.

Despedida. Esa era la orden.

―Sabía que no debía venir detrás de ti. ―murmuro con veneno en mi voz.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar. Tengo un partido de handball para el que debo prepararme y tengo que estar enfocada en ello.

 Tengo un partido de handball para el que debo prepararme y tengo que estar enfocada en ello

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Hola, mis estrellitas. Puede que no haya terminado de quebrar sus pequeños corazoncitos. Estoy entre las lágrimas y la risa, porque me duele y sé que al mismo tiempo me reconforta saber que ustedes sufren conmigo.

Quedan poquitos capítulos para el final. Ustedes díganme, qué piensan que va a pasar. 

¿De qué se está muriendo el padre de Mittchell? ¿Creen que sea cierto o es una full manipulación?

¿Qué va a pasar con Bárbara y Mittchell? ¿Hay salvación para ellos?

Mmmm, qué va a pasar en el receso invernal... Qué lindo, qué curiosidad deben tener.

Los amo mucho, gracias por apoyarme siempre y a esta historia.

Los leo, 

Euge.

Deseo deseo ©Where stories live. Discover now