Sayideh dejó al más pequeño de los chicos que lo intentase el primero. Le aconsejó y esperó que tensara la cuerda. El astil no llegó ni a un cuarto de su recorrido cuando clavó en tierra.

––Debéis apuntar más alto, no al objetivo directamente, como hacemos con el corto. Recordad que ha de describir un arco mucho más amplio en el aire.

El segundo chico tuvo un poco de más suerte, pero ni se acercó al objetivo. Sayideh seguía a sus espaldas, lanzando improperios tras aconsejarlos. Ninguno fue capaz de llegar a la orilla de juncos.

Ella misma tomó la última flecha, atusó su pluma nívea, se afianzó sobre sus largas piernas, elevó el arco al cielo, como si disparase a los mismos dioses. La larga flecha describió una parábola perfecta, clavándose justo entre los juncos en flor.

––Ahora, idiotas, ya sabéis cómo ha de hacerse. Corred a recuperar las flechas, cada uno la suya, para que aprenda, y tú––señaló con el dedo al primer chico el más joven, correrás el doble, has de recuperar la mía. ¡Y ay de vosotros si rompéis alguna, truhanes!

Fue obedecida de inmediato. Apoyada con los codos en las piedras que servían de parapeto a la torre observó salir corriendo por la puerta a los chicos, recogiendo cada uno su saeta. Sonrió y echó su trenza hacia atrás. La brisa de aquella mañana era fresca, a pesar de ser verano, el viento llegaba de las eternas montañas nevadas que protegían Los Reinos Velados del mundo exterior. Era la princesa de un reino fértil, con enormes bosques antiquísimos, de ríos de agua fresca y lagos tan limpios que los peces se multiplicaban día a día.

Los chicos volvían a la torre, cada uno con su flecha en mejor o peor estado, pero recuperadas. Era momento de volver a entrenar.



En menos de una hora siete hombres dejaron atrás las tierras de Areudon hacia el paso de las nieves eternas. El camino que Masroud estaba seguro que sus hermanos habían tomado. Lo hablaron durante días. En principio solo iba a marchar Kiran, puesto que era el que mas tiempo había vivido en esas tierras y tenia más memoria de sus caminos. Pero Sehram aburrido de que en su pequeño hogar/fortaleza, solo hubiesen hombres y ninguna fémina agradable que llevarse a la cama, insistió en acompañarle.

Masroud se sintió aliviado en parte, los dos eran hombres fuertes, de parecido, si no igual físico, a pesar de que los separaban ocho años o puede que un poco más. Ambos eran diestros en la lucha. A su hermano menor le faltaba algo experiencia, lo suplía con rapidez y astucia. Y de su hermano mayor que podía decir, era el mejor guerrero que habían conocido jamás esas tierras.

Disfrazados de comerciantes de paso por la región emprendieron camino menos de seis días antes, aunque debido al tamaño y a la apostura guerrera de ambos, la cosa no parecía muy convincente. Las únicas armas que llevaban eran espadas cortas en las fundas de las sillas de sus caballos o acaso algún puñal. Incluso los puñales curvos de Kiran se quedaron guardados en sus baúles. Sehram portaba un arco mediano y un buen cuchillo, sus dos cimitarras curvas de acero damasquino quedaron atrás para no levantar demasiadas sospechas.

Aunque no contaran con todas sus armas ni con sus cotas de acero de combate, ni siquiera las ligeras que acostumbraban a usar de viaje, ambos eran expertos guerreros en el cuerpo a cuerpo, y aún en contra una fuerza bastante superior. Kiran no se dejaba sorprender con facilidad, era un hombre acostumbrado a dormir con un ojo abierto. Si no se encontraba en terreno seguro, era capaz de pasar siete días y sus noches sin dormir y aún así ser letal, Masroud era testigo de ello.

Azuzaron sus monturas, antes que se hiciese la noche querían estar al pie de las montañas que protegían el norte de los Reinos Velados. La gente del lugar, no era muy proclive a pasar por allí. Circulaban extrañas leyendas sobre aquellos lares, diversas desapariciones, gente que cabalgaban por las montañas en dirección a sus nieves eternas, y no se volvía a saber ni de sus personas ni de sus monturas. Aunque esta vez, la mula torda era testigo que que la leyenda sobrepasaba a la realidad, era un animal tranquilo, de trote suave y con los suficientes años para saber volver sola a su establo.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora