🔥 Devórame 🔥

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Kirtan me recostó en la arena desértica, desgarró mi vestido y dejó mis senos al descubierto.

Ambos respirábamos entre jadeos cargados de lujuria. Era una noche ardiente, pero no tanto como el insoportable —pero irresistible— demonio arrodillado sobre mí.

Sus manos tocaron mi piel desnuda con violencia, algo que yo misma solicité. No quería que fuera gentil, deseaba que la oscuridad de su alma tomara el control y que esta nos transportara hacia un universo de rencor y de placer.

Kirtan unió su boca a la mía y acarició mi lengua con la suya. Ya no solo había espacio para el odio entre nosotros, la pasión ganó un lugar en donde abundaba el resentimiento.

Mi entrenador descendió su boca por mi cuello y marcó un camino de besos, de lamidas y de mordidas hasta terminar debajo de mi ombligo. Su lengua y sus labios me quemaron de tal manera que dejaron un rastro de humo sobre mi piel.

—¿Te gusta esto, Cassia? —inquirió, su voz era tan sensual como sus acciones.

No pude responderle, la euforia me nublaba los sentidos. Él acercó su rostro al mío y su aliento me abrasó como una llamarada.

—Dime que me odias —ordenó Kirtan.

—Te odio —jadeé—. Te odio con todas mis fuerzas.

Me regaló otra de esas sonrisas maliciosas que tanto me excitaban.

—Yo te odio mucho más —masculló y me besó con rudeza—. Te odio como no imaginas.

Gemí de pura satisfacción. Nadie me hacía sentir como él, jamás experimentaría el mismo placer con otro demonio.

—¿Quieres hacerlo ya? —preguntó al incorporarse. Seguía arrodillado sobre mí.

—Sí, por favor. Devórame.

Esperaba que se deshiciera de lo que quedaba de mi vestido y luego de su pantalón, pero no lo hizo.

—¿Kir...?

Me quedé helada y sin aliento al ver que su rostro se desfiguraba.

Su piel enrojeció y se llenó de venas sobresalientes. Sus cejas pobladas desaparecieron, sus ojos se convirtieron en pozos sin fondo. En su espalda brotó un par de alas negras y monstruosas y en su cabeza aparecieron dos cuernos oscuros como la noche.

El ser que se hallaba sobre mí no era Kirtan: era el diablo.

Lucifer alzó una mano, atravesó mi pecho con sus garras afiladas y me arrancó el corazón.

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