Punto de partida

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Me quejo por debajo de mis sábanas al escuchar la alarma que indicaba que era hora de levantarme.

No quería, estaba helado y mi cómoda camita me abrazaba de la manera más bella que podría sentir.

Sin embargo, no tenía el lujo de llegar tarde a clases, menos con mi profesor de lengua inglesa, él era lo peor. El punto bueno, es que era viernes y salía temprano, todo el día para descansar y mover mis deberes para el yo del futuro sábado.

Al cabo de cuarenta minutos ya me había alistado, tomando mi bolso para salir del apartamento.

—¿No vas a tomar desayuno? Hice galletas ayer. —Pregunta Yang Mi mientras llevaba su cajita de leche de fresa a la boca.

—No acá, jamás desayuno antes de una hora de haber despertado. —Me acerco con rapidez hacia donde estaba la castaña, tomando algunas galletas para envolverlas en una servilleta y guardarlas donde no sean aplastadas. —Pero jamás perderé la oportunidad de comer estas galletas.

La chica me sonríe con orgullo y felicidad, haciendo un pequeño gesto con su mano para que me acercase.

Al inclinarme, un sonoro beso suena en mi frente, haciéndome cosquillas en el proceso.

—Beso de buena suerte. Recuerda ser la mejor. —Habla con ánimos, dándome suaves empujones para que me vaya.

Salgo con una sonrisa del edificio, comenzando mi camino hacia el campus central donde los edificios de la universidad empezaban.

Mientras camino mi cabeza se va llenando de pensamientos aleatorios, llegando a uno que no tenía hace semanas.

El rostro de Wooyoung se forma en mis recuerdos, haciéndome apretar mis labios en una fina línea.

Después del momento en el parque, no supe de él durante tres semanas. Jamás habló o preguntó, era como un fantasma en mi cabeza. Y por mi parte, no tenía las fuerzas y ganas de mandar si quiera un mensaje, no al menos gran parte del tiempo. Ya que cada vez que quería, mi amiga se cercioraba de que no lo hiciera.

Mentiría si dijiera que no dolió, porque sí pasó. Por un lado extrañaba su presencia y cariño, preguntándome si debí ser mejor novia para él o si debí luchar más por lo nuestro. Pero por el otro lado, me decía que sí hice lo posible y que no era justo estar remando sola un bote que se supone que van dos.

Ya habían pasado cuatro meses y el sentimiento de tristeza fue disminuyendo, convirtiéndose poco a poco en una experiencia de la cuál aún sigo aprendiendo e intentando curar algunas inseguridades que silenciosamente se llegaron a formar.

Alzo un poco mi mano para moverla frente a mi cabeza, en un intento de disipar los pensamientos, no siendo lo suficientemente rápida para darme cuenta que había una persona delante mío.

Mi nariz choca con su espalda, haciéndome retroceder y mover mis pies en un torpe intento de no llegar con mi trasero al suelo.

—Parece que alguien aún no despierta. —Habla una voz rasposa en tono divertido, tomándome por la muñeca y así evitando mi vergüenza de caer.

Mi vista va hacia el chico de cabello claro, topandome con una sonrisa de total amabilidad, sin dejar de lado su diversión.

—Es difícil estar viva a las siete de la mañana. —Respondo con tranquilidad, siendo soltada por él cuando encuentro mi equilibrio.

—Totalmente, más si te toca con el profesor Cid tan temprano. —Al reconocer el nombre del señor enarco mis cejas. Obteniendo una risita por su parte. —He ido contigo en esta clase durante todo el semestre. Me acuerdo de ti por la exposición de porqué Canadá es mucho mejor que Estados Unidos.

Nos vemos después; (Lee Jeno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora