Nos sentamos las tres en el sofá y les conté lo ocurrido anoche, ocultando la parte en la que estaba muy borracha. Fue extraño hablarles sin que intervinieran, ellas no eran así. Algo ocultaban, porque al terminar mi historia, el silencio se clavó en mí como pequeñas punzadas.

—¿Pasa algo? —pregunté moviendo la cabeza a ambos lados para verlas—. Solo díganlo, ¿hice algo malo?

—No —dijo Liv—, es solo que, no sé cómo decírtelo sin que te molestes de verdad.

Cualquier rastro de felicidad se esfumó. Mi corazón y dolor de cabeza latían al unísono, si no me contaban iba a enloquecer.

—Queremos disculparnos por la terrible idea que dimos —intervino Val casi susurrando—. Cuando vi los videos y recordé el pánico que te dio en la tienda, supe que hicimos mal.

—¿Ahora se vienen a retractar? —La voz me salió un poco más alta de lo que quería—. Ya es muy tarde para cambiar de opinión, para el mundo, Pedro y yo somos pareja.

El silencio volvió a caer, pero esta vez me fui a la cocina en busca de algo para el dolor. Más tarde vería si comía algo; mi prioridad era que la conversación no llegara a mayores, porque no estaba de humor para eso.

—Mara, sé que fue nuestra idea, pero no te está cayendo bien todo esto —comentó Liv cuando me senté entre ambas después de tomarme la pastilla—, ya tienes suficientes problemas y nosotras sugerimos otro.

—Que finja estar en una relación por fama no significa que deje de buscar trabajo —solté—. Han sido unos días cargados y rarísimos, no se preocupen por mí, de verdad.

—Está bien —accedió Liv.

—Mis problemas son míos de solucionar, una mala racha es solo eso. —Cuando terminé de pronunciar las últimas palabras, hice una pausa por si iban a reaccionar y al ver que no, continué—: quizás sea una pérdida de tiempo, pero al menos es un descanso de buscar trabajo.

—Me imagino —dijo Val colocando una mano en mi hombro—, por eso me tomé la libertad de enviar tu currículo.

—¡¿Qué?! —pregunté alzando la voz. Me levanté y volví a la cocina. Abrí la despensa y saqué el café—. ¿A dónde lo enviaste?

Ella se quedó pensando, así que continué con lo mío.

—Recuérdame pasarte la lista —respondió al fin, mientras yo encendía la cafetera—, ¿hablaste con tus padres?

Sacudí la cabeza. Ni siquiera me había molestado en revisar mensajes o contestar llamadas, mucho menos ver mis redes. Si llegaba a conseguir tiempo para ello, me fastidiaría la cantidad de mensajes que tendría que responder. Gracias a Val, sería la hora de sentarme y hacerlo, siquiera por si me contactaban para un trabajo. Sabía también que no podía depender de que los demás continuaran perpetuando mi popularidad, eso tarde o temprano sería contraproducente, porque nadie me conocería en realidad.

En estos últimos días, sentía que mi cuerpo no descansaba y todo me daba flojera; quería unas vacaciones. No, eso no, porque para mí las vacaciones son el contrario a trabajar y como desempleada no había mucha diferencia. Necesitaba tomarme un día sin preocupaciones, pero ese sueño estaba muy lejos. Si funcionaba el cometido de Val y me daban trabajo, tendría una cosa menos en mi cabeza. Admitía que en otra ocasión me hubiera molestado que mi amiga enviara mi currículo a sitios sin mi permiso, pero esta vez me urgía tener un trabajo.

La máquina de café sonó para indicar que ya estaba listo, al mismo tiempo que mi mente viajó hacia un futuro en el que comprendía las redes sociales y aprovechaba la fama como era debido. Si quería que el cometido de Pedro y mío funcionara, tenía que ponerme las pilas y empezar a actuar.

Serví el café en tres tazas, Val se levantó y me ayudó a traer las tazas. Volvimos a tomar asiento y le entregué el café a Liv. Tomé un par de sorbos antes de hablar, disfrutando del calor en mis manos.

—¿Qué clase de oportunidades existen para alguien con este tipo de fama de internet?

—Muchas —dijo Liv, sosteniendo la taza con ambas manos como si tuviera frío—. Tendrías que ver qué pudieras ofrecerle al mundo, hay gente que demuestra su talento y otras que explotan la razón por la que se volvieron populares. Tú estás con la última, alguna oportunidad te caerá solo porque sí.

Asentí. Continuamos tomando café mientras conversábamos de todo un poco. La idea de revisar mi celular y hablar con mis padres aún rondaba por mi cabeza. Tenía que hacerlo lo antes posible, si postergaba eso aún más, corría el riesgo de que se enojara mi madre y ahí sí que no existiría vuelta atrás.

Liv y Val seguían conversando mientras yo volví a la cocina. Dejé la taza sobre el mesón y agarré mi teléfono. Abrí la aplicación de mensajes, habían creado un grupo con toda mi familia. Tenía seiscientos acumulados, entre mis tías, primos y mis padres. Mierda. Había ignorado por completo el grupo, tenía esa hermosa habilidad de no prestarle atención a la gente si me lo proponía. Era como si mi cerebro obviara el hecho de que otra persona, salvo con las que deseaba hablar, eran capaces de escribirme en cualquier momento.

En definitiva, no iba a leer tantos mensajes. Pero si no lo hacía, jamás iba a poder siquiera enviar una contestación con una explicación genérica. Inhalé y exhalé un par de veces y me puse manos a la obra.

Resultó que el grupo era una intervención familiar, me dio la impresión de que les importaba más enterarse de todo el chisme que ayudarme. Ignoré las notas de voz, ya que me hacía una idea de lo que decían. Comencé a teclear un mensaje lo más genérico posible, sin decir mucho y sin alarmar.

Mara:  Hola familia, bueno, sí, ese es mi novio, Pedro. La foto es porque tenía que trabajar y él hizo una fiesta sorpresa a su hermano, entonces fui a pedirle que le bajara volumen y bueno a esto llegamos.

Al presionar enviar, releí la mentira y me sorprendí lo bien construida que me quedó. Era digna de contársela a Pedro. Estuve viendo quiénes veían el mensaje y cuánto tardaban en responder. Sabía que no les haría gracia que tuviera novio y ellos no lo supieran, pero es que, si les contara todo lo que ocurría en mi vida, no podría ser la misteriosa de la familia. Sin embargo, esa no era la imagen que quería pintar, debía demostrar que iba bien y que yo deseaba la relación con mi vecino. Ellos eran buena gente, pero no quería correr el riesgo de que pensaran que todo era demasiado raro.

—¿Mara? —preguntó Liv de pie a mi lado con las dos tazas vacías, alcé la vista al escuchar mi nombre—, ha surgido algo con un pedido de la fiesta y Val y yo tenemos que irnos, ¿nos vemos más tarde?

—Si, de todas formas, aprovecharé para dormir un rato.

La abracé y me despedí de Val. Una vez me quedé sola fui a mi habitación y me acosté en mi cama. Necesitaba darme tiempo para procesar todo lo que estaba pasando y poder ordenar las cosas en mi cabeza. Carecía de un balance entre lo malo que pasaba en mi vida y lo que me hacía falta en realidad. En mí crecía el deseo de avanzar el tiempo y llegar al momento en el que todo estuviese resuelto.

Cerré los ojos e intenté concentrarme en cualquier tontería que me pasara por la mente y nada más lograba preguntarme, qué era lo que estaban hablando en el grupo. Intenté ignorar el pensamiento y, para mi desgracia o buena suerte, el timbré sonó. Mierda.

Las mentiras de Mara [Disponible en físico]Where stories live. Discover now