6.-El otro lado del cristal (1ª parte)

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—Pero hay mucha gente en el Elíseo y… en la Odisea y…

Tristan no dijo nada, pero tomó nota mental de lo sucedido. Filtraciones, eso no era bueno, eso no era nada bueno. Intentaría encontrar el responsable, pero hasta entonces, tendría que capear el temporal. En aquel momento, garantizar la cooperación de los señores de Sparta le había parecido prioritario. Sabía que no era una buena idea y que a la larga, le daría problemas, pero había aprendido a hacer malabarismos con la diplomacia spartana y la política interorbital. Confiaba en que siguiera funcionando. De todas formas, poner a Zero en el punto de mira de esos perros de presa, no era bueno, no señor.

—Consigue fechas exactas para la reunión y avísame para que acomode mi agenda —ordenó al leónida—. Tengo que hablar con Dorrick.

***

Nunca había creído en el destino, pero después de un día de interminables reuniones en las que se hablaba mucho y se decía poco, el encuentro en el ascensor le hizo sentir como si todo formara parte de un plan que consistía en que él estuviera allí, justo en ese momento.

El chico de antes, Zero, estaba en el ascensor, con la cabeza gacha, las mejillas brillaban. ¿Estaba llorando? Tristan frunció el ceño. En condiciones normales, lo habría atribuido a un signo de debilidad y habría girado la cara intentando ignorarlo. Pero no pudo hacerlo.

—¿Una mala noche? —preguntó.

Zero alzó la vista, sorprendido. Al parecer, ni siquiera se había dado cuenta de que Tristan estaba allí. Se llevó la mano a la cara y se la secó con un gesto descuidado.

—No, yo.. eh... —El muchacho se sonrojó. Eso era malo, no había sido su intención avergonzarle.

—Suelen programar ligeras lluvias con el atardecer —dijo, y era cierto, pero no tenía constancia de que eso hubiera pasado esa tarde—, si no es previsor, puede acabar empapado.

—Lluvia... —Zero sonrió—. Sí, me ha pillado la lluvia. Gracias por el consejo, señor...

Tristan sonrió, pero no contestó. Lo más probable era que, en cuanto se enterara de quién era, saliera corriendo en dirección contraria. Con una educada despedida, eso sí.

«Y eso pasará exactamente, cuando el ascensor se detenga si no haces nada para evitarlo». ¿Debía de hacer algo por evitarlo? Negar que el muchacho le atrajera era como discutir con sus propios instintos y llevar la contraria a su cuerpo.

—En la cuarta planta hay un restaurante bastante bueno. ¿Ha cenado ya? —Consiguió que su voz sonara firme. Casi se podía decir que invitaba a desconocidos todos los días. Zero le miró sorprendido y no contestó. Apartó la mirada, parecía turbado—. Bueno, no importa —dijo Tristan encogiéndose de hombros. «Al menos, tenía que intentarlo, ¿no?»—. Ha sido un placer saludarle de nuevo, señor Alcide.

La puerta del ascensor se abrió y él salió por ella.

—¡Espere! —gritó Zero a su espalda, saliendo de golpe del ascensor, antes de que las puertas se cerraran—. Espere —repitió, cuando ya era evidente que Tristan se había detenido—. T-tengo hambre.

Tristan sonrió, extrañamente feliz de que el joven hubiera aceptado.

—Bien —dijo llamando de nuevo al ascensor—, yo también.

***

Los datos médicos bailaban ante sus ojos y tiraban de sus entrañas provocándole unos sentimientos que nunca hubiera creído suyos. ¿Eso era lo que llamaban empatía? ¿Sentir el dolor de otros como propio? Era un mal momento para aprender esas cosas. Demasiados problemas que se concentraban a la vez.

«Si al menos pudiera pensar…», pero no podía hacerlo y ese era su problema. Porque era Zero y todo en su interior le empujaba a buscarle y protegerle.

—Parece muy herido —consiguió decir, intentando no transparentar la impotencia y la frustración que sentía.

—Nada serio —dijo Dorrick—. Se recuperará. Al menos, físicamente. Pero puede que… bueno, que esté volado —comentó con una mueca—. ¿Qué vamos a hacer con él, Fenris?

«¿Volado?». Había visto a gente torturada antes. Demasiadas veces. Sabía lo que el dolor y la presión podían causar a algo tan frágil como la mente humana.

—Lo primero es averiguar cómo ha llegado allí —dijo, centrándose. No servía de nada dejarse llevar por esos sentimientos. Eran molestos—. No hay mucha gente en el Elíseo, interrógalos a todos si es necesario, alguien ha tenido que ver algo.

—Estoy en ello —dijo Dorrick agitando la cabeza como si hubiera dicho una obviedad—. Pero me refería a qué vamos a hacer con él. Ulises me ha informado de que ofrecen una recompensa por…

—No —dijo Tristan con sequedad. De nuevo Ulises había hablado de más. A cada día que pasaba, la nave dejaba de ser una molestia para ser un problema cada vez más grande—. Lo más probable es que la A&A le haya metido allí dentro. No vamos a devolvérselo.

—Pero… es lo más seguro —protestó Dorrick—. Oye, sabes que no soy precisamente un leónida agresivo al uso pero… Ese chico es un gran problema ambulante. Debemos deshacernos de él cuanto antes. Lo más sensato sería borrar todo su rastro con el Elíseo, dejar que lo encuentren lejos de aquí y cobrar la recompensa.

—¿Y cómo vas a borrar su memoria? —preguntó. No quería escuchar la respuesta, pero ya la sabía.

—También dan recompensa por hallar el cadáver —dijo—. He dicho que sería la opción más sensata, no la más humanitaria.

—No —repitió. Había llegado el día que temía. El día en el que sus sentimientos le traicionarían y le llevaría a cometer una estupidez. Lo sabía, era consciente y, sin embargo, no podía hacer nada más que observar cómo se derrumbaba todo el castillo de naipes.

—¿Por qué no? —inquirió su oficial—. ¿Desde cuándo te importan los niños ricos de Origen? ¡Si fuera al revés, ese chico nos entregaría a trozos y preguntaría si los quieren más pequeños!

—No —repitió—. Nadie matará a Zero y tú te ocuparás de que llegue a la Odisea sano y salvo.

—¿Qué? —exclamó Dorrick con el rostro descompuesto—. ¿A la Odisea? ¿Estás loco?

—Puede, pero cumplirás las órdenes de todas formas. —O eso esperaba. Las relaciones entre ambos nunca se habían caracterizado por la amistad que los unía. A Dorrick le había costado años confiar en él y Tristan había trabajado esa confianza día a día. Era el momento de saber si servía de algo. Si podía hacer algo por la sencilla razón que él lo ordenaba. Sin causas, sin razones. Solo ciega confianza.

—Fenris… Haré lo que me pidas, lo sabes pero, ¿va todo bien? —preguntó—. ¿Hay algo más que deba saber? ¿Por qué… la vigilancia? ¿Por qué… es importante ese chico? —Tristan no contestó—. Le has llamado Zero. Cuando despertó dijo que se llamaba así pero, ese no es su nombre. ¿Cómo…?

 —Tráele a la Odisea —dijo—. Por favor —añadió y apagó las comunicaciones justo antes de esconder el rostro entre las manos. Empezaba a ser consciente de lo que le había pedido a Dorrick: meter al enemigo en casa porque… porque él quería. Empezaba a ser consciente de que había salvado a Zero de la muerte pero quizá lo exponía a algo peor.

Nadie es perfectoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz