Ada's Choice

3. El Ángel y El Aviador

Son pocas las personas que cuentan con el privilegio de compartir veinte de los años más maravillosos de la niñez y la juventud junto a un hombro en que apoyarse. Muchos son los cambios que sufrimos durante esos años "críticos" donde dicen, nos formamos como personas, y así mismo son muchos los recuerdos que acumulamos, recuerdos capaces de perdurar una vida entera.

Para Jin y para Ada, aquella situación no fue lo que se dijese una excepción, veinte años celebrando navidades, cumpleaños, chuseoks, últimos días de escuela y san Valentín juntos, habían sido suficientes para quedar registrados en sus memorias por tiempo indefinido.

Ocho años después de su último encuentro y como todos los días, Ada despertó con la salida del sol, se preparó, buscó su mejor atuendo e inició un día más de su agitada vida, sin saber que una simple visión rutinaria removería uno de los recuerdos más preciosos de su infancia.
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Como parte de su rutina diaria y responsabilidades propias de su vida cotidiana, Ada había logrado sobrevivir un día más con la carga de ser una de las empresarias más jóvenes y exitosas del país, ese día en particular había sido difícil. Debido a un error cometido por su gerente de mercadeo, había estado a punto de perder un importante trato con una comercializadora china que distribuiría parte de los productos de su última colección en el país asiático, por suerte había tenido la audacia de ofrecerles una generosa compensación, no le importaba en realidad, sabía que a cambio de ello obtendría clientes nuevos en una industria tan difícil y competitiva como la industria china. Por su parte había tomado la decisión de despedir a su gerente de mercadeo, más que un error el susodicho había decidido emplear una publicidad ofensiva para su cultura y además lo había hecho sin su consentimiento.

Había estado tan ocupada en negociaciones vía Zoom con los empresarios chinos y trabajando con su equipo de asesores, que había olvidado desayunar y almorzar, no tenía hambre, pero un fuerte dolor de cabeza reflejaba la falta de proteínas que debía consumir en un día normal. Salió tarde de la oficina, no sin antes llamar a Minho quien la convenció de invitarla a comer, sin embargo cuando iba en camino este le canceló, debido a que un importante cliente lo había contactado para un caso que requería de su inmediata atención, sin tener más remedio decidió parar en un restaurante italiano cerca a su casa.

Sola y con sus párpados pesando por lo menos dos toneladas, Ada comía la lasagna que había ordenado, el restaurante se encontraba prácticamente desierto a excepción de una pareja que se sentaba al lado de uno de los ventanales del lugar y una mujer joven con dos niños disfrazados: el niño de príncipe y la niña de Elsa de Frozen, era obvio que eran hermanos o por lo menos amigos, ya que el niño usaba un cuchillo de plástico para partir una torta de chocolate en partes iguales, aunque no era difícil darse cuenta que el pequeño príncipe le estaba dejando a Elsa la parte más grande y con más crema chantilly del postre, tan distraída había estado Ada en el trabajo que no notó que ese día se celebraba su día favorito del año, eso claro cuando era una niña, ahora era una mujer adulta con ocupaciones y responsabilidades y este tipo de fechas pasaban sin pena y sin gloria para ella.

A los ojos de una persona común y corriente con una historia de esas donde no hay mucho que contar, aquella escena rutinaria y banal habría pasado desapercibida, sin embargo para Ada la situación era diferente y el hecho de ver a dos niños disfrazados compartiendo una tarta de chocolate era algo que simplemente no podía ignorar, casi sin darse cuenta sintió un nudo armándose en su garganta y con ello sus ojos se llenaron de lágrimas. No era una persona que llorará, o por lo menos no fácilmente, pensó que en verdad tuvo que haber tenido un día terrible para sentarse a llorar sola en un restaurante, o tal vez un recuerdo que había tenido lugar veintidós años en el pasado, había logrado sobrepasar el límite de sus emociones. 
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