Capítulo 8

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Mi hermano nunca hacía preguntas sobre lo que hacía o dónde había estado, a menos que yo misma se lo contara. El día siguiente no fue la excepción a pesar de no haber dormido en mi cama luego de que se fuera de la casa de su amigo y su hermana no hubiese regresado a casa. Y en el mismo sentido, decidí no hacer ningún tipo de comentario al respecto. 

Los días siguientes transcurrieron normalmente, traté y logré durante todos ellos, evadir la sensación que atosigaba mi mente todo el tiempo, sobre lo que había pasado y sentido, pero sobre todo, por lo que seguía sintiendo. 

Reprimí cada uno de los sentimientos que me llevaban a pensar en quien no tenía que pensar, no iba a permitir que mi mente y mi corazón se apartaran de la comodidad en la que vivían hasta el día de hoy. 

La semana de exámenes había llegado y junto a ella, mi momento de mayor estrés del año. 

Los días transcurrían mientras me encontraba encerrada en mi cuarto leyendo Historia del Arte y finalizando con mis entregas prácticas. Todavía me restaban dos exámenes finales y daría por finalizado el cuatrimestre. 

Me encontraba luchando con mi computadora que no reconocía un programa que necesitaba para hacer un trabajo de Dibujo digital, cuando el timbre de mi casa empezó a sonar, primero una vez, luego otra. 

No esperaba a nadie y estaba en pijamas, por lo que decidí que no atendería, si alguien me necesitaba llamaría a mi celular o volvería en otro momento. 

Lo que no sabía, es que quien se encontraba del otro lado de la puerta, había hecho un pacto con Bruno: en caso de que algún día llamara a su puerta y éste no respondiera, debía entrar para corroborar que estaba vivo. 

Dato no menor: sospecho que mi hermano es hipocondríaco, sino ¿a quién se le ocurriría semejante hecho cuando podría estar durmiendo o haciendo cualquier otra cosa? 

Minutos más tarde, alguien golpea la puerta de mi habitación. 

Pasá Bruno - dije alzando mi voz para que me escuchara. 

Pero nadie entraba. 

Pasá, estoy acá - repetí mientras me encaminaba hacia la puerta. 

Cuando abrí la puerta, unos ojos, esos ojos, me miraban una vez más. 

Perdón, no sabía que estabas… - comenzó a hablar sin quitar la vista de mi atuendo que estaba compuesto por un short de Bob Esponja y una remera que a duras penas tapaba mis pechos dejando a la vista mi abdomen. 

Estaba buscando a Bruno y al no encontrarlo supuse que tal vez estaría con vos. - Dante hablaba con un tono que dejaba entrever nerviosismo en sus palabras. 

No hay problema, él no está acá pero tampoco sabría decirte dónde se encuentra. - trataba de mostrarme segura de mi estado estéticamente deplorable - ¿te puedo ayudar en algo?

Mmm, no.. - dijo mientras se balanceaba sobre sus pies, dudaba en irse. - traje café - levantó los vasos que llevaba en la mano y del cual se desprendía un aroma que había llegado a mis fosas nasales. - ¿Querés? - me tendió uno de los vasos mientras dejaba escapar una sonrisa un tanto vergonzosa. 

Pensé. Dudé. Me recordé todos los días que había intentado quitar a ese chico de mi cabeza.  

Y finalmente, dejé los pensamientos de lado. 

Voy a ignorar el hecho de que este café no era para mí - dije tomando el recipiente de su mano y rozando sus dedos - porque realmente lo necesito para seguir estudiando. - tomé el primer sorbo mientras Dante seguía mirándome, orgulloso supongo de que alguien fuera destinatario de su café. 

No puedo ser de mucha ayuda porque en dibujo me reprobaron en el jardín - bromeó. - Pero si hay algo en lo que pueda ayudarte, ya sabes mi número. - agregó mientras daba media vuelta para retirarse. 


Dudé otra vez. En dos segundos pasaron muchos pensamientos por mi cabeza. Necesitaba que alguien me ayudara con mi computadora, tal vez se me daba bien dibujar pero la tecnología era mi peor karma. 

Lo dudé y volví a dudar. Había dormido borracha en su cama, su remera seguía guardada en mi armario, pero necesitaba ayuda, no tenía tiempo, la entrega era al día siguiente. 

De hecho, Dan…- comencé y él se dio vuelta al instante. - Si no estás ocupado, hay algo en lo que podrías ayudarme. 

Por dios, Alaska ¡¿Qué estás haciendo?! Oh, chico que me quita el sueño, necesito que entre a mi habitación y me ayude. 

Estúpidas hormonas. 

Curvó su sonrisa frente a mí una vez más y entró a mi habitación. 

No existe ni la más remota posibilidad de que yo misma hubiera podido solucionar el problema que tenía mi computadora. 

Dante estuvo sentado en mi escritorio por dos horas instalando y desinstalando cosas que no escuché ni entendí cuando me explicaba cada uno de los pasos. 

Me había perdido en el mundo que habita en mi bitácora, un cuaderno que tenía siempre al alcance de la mano para dibujar cuando quería dejarme llevar. 

Mirá, ya terminé, acá podés ver todas las herramientas y apretando este botón, vas a poder guardar todo lo que hagas - comenzó a explicarme Dante mientras me dirigía a su lado para tratar de recordar todo lo que me estaba enseñando. La bitácora seguía entre mis manos.  

Perfecto - sonreí aliviada. Y en cuanto busque su respuesta, observe su mirada sobre mi cuaderno. 

Sobre la hoja que me había mantenido ocupada, se dejaban ver perfectamente los trazos de la curvatura de su nariz, su cabello espeso, su expresión y detrás, mi habitación exactamente igual a como estaba en ese momento. 

Es decir, desde que él había entrado allí, no había sido capaz de mirar otra cosa. Y mi estúpido cerebro que bajó la guardia y dejó libre albedrío a mis pensamientos mientras sostenía un lápiz entre mis dedos. 

Aflojé mis manos y el cuaderno se deslizó hasta el suelo.  Buscaba palabras, algo que decir, pero era incapaz de pronunciar una excusa que tuviera sentido. Lo había retratado a él, no había dudas. 

Dante recogió mi bitácora del piso y observó mis trazos con detenimiento. Mientras tanto, yo no podía dejar de mirarlo sin mover un músculo de mi cuerpo. 

Wow, esto es increíble! Nunca me habían dibujado - se dirigió hacia mí con su rostro iluminado. Parecía emocionado como un niño. 

No sos vos. - me apuré a decir. 

A mi me parece que sí - retrucó. 

Dámelo - sentencié estirando el brazo hacia donde estaba mi cuaderno. 

Me lo llevo. 

De ninguna manera. Es mío. No sos vos. 

Estoy casi seguro de que en ese armario hay una remera que me pertenece - dijo - pero no la quiero, a cambio, me llevo mí dibujo. 

¿Por qué supones que la quiero? Ya te doy tu remera, dame mi dibujo. - discutí mientras me dirigía a mi armario para buscarla. Pero su brazo me detuvo en el camino. 

No se si querés mi remera pero yo si quiero Mí dibujo. Adiós. - dijo mientras salía caminando rápidamente de mi habitación, no sin antes, apretar mi mano suavemente antes de irse.

Se parecía al océano Where stories live. Discover now