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(Advertencia: esta mini historia no será tan tierna como las otras, ya que se trata de esclavitud, están avisados~)

En una casa alejada de la ciudad vivían dos mujeres, la mayor tenía 26 años y no era buena persona, ya que tenía esclavizada a la otra, que tan solo tenía 14 y sí era buena persona. Aunque con un lado un poco oscuro, ya que no le disgustaba estar vulnerable ante la mayor, que tenía una extraña pero extricta regla para la menor, y era que debía estar siempre con unos pantalones bastante cortos, casi que parecían ropa interior, y una polera que dejara ver su pancita, justo por debajo de sus pequeños pechos.

Esa vestimenta hacía relucir sus caderas, estas estaban casi a la vista por el corto pantalón, su vientre, que de hecho era algo rellenito, y su hermoso ombligo, que era bastante profundo.

(Imaginen que su pancita era algo así:

(Imaginen que su pancita era algo así:

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Ya que tiene pancita rellenita uwu)

La menor sabía que lo que hacía la mayor estaba muy mal, pero la verdad es que le daba miedo enfrentarse a ella, por lo que era completamente sumisa y hacía cualquier cosa por ella, debía estar a su lado siempre, como una leal sirvienta.
De hecho, hasta le cumplia su fetiche de cosquillas, que incluso pasaba la mayor parte del tiempo siendo atacada en su pancita y ombligo con esas largas uñas que hacían estremecer su cuerpo por el contacto. Siempre lo hacía. Pasaba sus uñas por el vientre bajo para pedirle algo, felicitarla, castigarla, etc. Cualquier cosa era motivo para pasarle las uñas suavemente por su vientre para hacerle cosquillitas. Y quizás les sorprenda un poco, pero eso le encantaba a la menor. Era otra de las razones por las que no se enfrentaba a ella para escapar, porque recibía esas lindas y suaves cosquillitas en su pancita.

Ahora, ambas estaban en la mesa comiendo el almuerzo. Una al lado de la otra. Y aunque la menor era totalmente su esclava, ella igual la alimentaba, bastante, ya que, a la mayor le gustaba su pancita rellenita, le hacía comer ciertas cosas que la mantuviera así, para que no adelgazara.

-Dame la sal -dijo la mayor, pasando sus uñas por la pancita de la otra.

-Jajajaja~ s-sí, ama -dijo la menor, nerviosa y sentía como su vientre se estremecía. Jamás se acostumbraría a esos toques, pero no le importaba, solo quería que jamás acabaran.

Había pensado en eso, pedirle a su ama que le hiciera cosquillas por más tiempo, como cuando la castigaba, que el cosquilleo duraba un minuto en vez de unos segundos. Ella quería más de un minuto, no sabía cuanto tiempo quería recibir esas cosquillitas, pero las quería por un largo tiempo.

Cuando terminaron de comer, fueron a la cama para ver television. Antes de que prendiera la tele, la menor habló.

-A-ama... c-con todo respeto... m-me gustaría pedirle algo...

-Niña mala, sabes que no puedes pedirme cosas. Tendrás un castigo y pideme perdón.

La mayor comenzó a pasar sus uñas suavemente por la pancita de la menor, haciendole cosquillas.

Little ticklesWhere stories live. Discover now