—Navidad en la Sala Pelícano y fin de año en el restaurante Pastoriza —avisa, guiñándome un ojo antes de separarse de mi cuerpo y entrar corriendo a casa.

Su abuela no estaba, se había ido con su hijo mayor por la mañana e informaron que no volverían ese día a la casa de campo. Por lo tanto, estaba solo con la mocosa que hacía planes sin avisarme y todavía quedaban unas horas antes de que empezara a oscurecer o lo que es lo mismo, para que Layla empezara a prepararse para la fiesta.

Negué con la cabeza, a pesar de estar ya acostumbrado a sus niñerías y entré en casa al tiempo que una notificación llegaba a mi teléfono móvil, saqué este de mi bolsillo para ver de que se trataba.

—Fotógrafo de confianza —leí en la publicación que acababa de subir mi novia en Instagram, las fotos eran las que yo le había hecho esa misma tarde cuando ella jugaba a ser influencer.

Toqué dos veces en esta para indicarle que me gustaba, ya le comentaría algo creativo más tarde, y subí esta a mis historias para presumirla.

Guardé el teléfono de nuevo en mi bolsillo y subí las escaleras con toda la calma del mundo, las mejores cosas ocurrían cuando no había prisas. La puerta de la habitación estaba abierta, el jersey menos favorito yacía en el suelo de mala manera, ella estaba sentada en la cama con esos vaqueros apretados que tan bien le sentaban en el culo y una fina camiseta de tirantes que me hizo querer regañarla de inmediato. Hacía frío, no era momento de lucir sus tetas, firmes y apretadas bajo la tela de esta, con sus duros pezones presionados allí, dándome a entender que no llevaba sujetador.

—Jesucristo bendito, si quieres matarme lo estás haciendo de puta madre, sin aliento ya me has dejado —admito.

—Espérate entonces a verme con el vestido rojo que me he comprado —anunció con esa sonrisa maliciosa que ya me indica por adelantado que voy a querer arrancárselo con los dientes.

—Eso será después, ahora tenemos un castigo pendiente.

—¿Qué? ¿Por qué un castigo?

—¿Tú que crees?

—No sé, fuiste tú el de la grandiosa idea.

—Layla...

—Erick...

Su culo va a quedar rojo como siga protestando de manera descarada.

—Has hecho planes sin siquiera consultarme antes, somos una pareja —señalé.

—No ibas a aceptar.

—¿Y crees que por decírmelo el mismo día si lo haré? No te equivoques, vainilla, yo no recibo órdenes.

—No es exactamente una orden...

—Te voy a enseñar yo a ti lo que es una orden —chasqueé mi lengua—. Desnúdate.

El juego había comenzado, el fuego ya estaba ardiendo y nuestros cuerpos gritaban la palabra deseo por cada poro de nuestra piel.

Se deshizo de la camiseta de tirantes que tanto me atormentaba hasta el momento, pude comprobar que tenía razón al ver que no llevaba sujetador. Procedió después a quitarse los pantalones y los ridículos calcetines navideños, quedando solo con esas bragas de color negro que tenían un lazo en ambos laterales.

—Son bonitas, ¿verdad? —quiere saber cuando me ve mirar dicha prenda con sumo interés.

—Cállate y quítatelas.

Me reclama con la mirada. Por supuesto, esperaba algún piropo. Yo no estaba para piropos en ese momento.

Quito mi chaqueta mientras espero a que cumpla con la orden, en cuanto lo hace extiendo mi mano para que deje la prenda en esta, las guardo en mi bolsillo porque me serán de utilidad para más tarde.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now