Capítulo 40

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La primera borrachera. La primera resaca.

—Me duele todo —Se quejó en cuanto salió de la ducha, su novio regresó a mirarla con una ceja alzada y ella evitó bufar—, no vuelvas a regañarme, por favor.

—No lo haré —alzó sus manos en señal de paz—, te han quedado las cosas claras y no tienes ganas de volver a probar el alcohol, ¿me equivoco?

Fue rápida en negar con la cabeza para darle la razón, se quejaba de los adolescentes que bebían y fumaban para querer hacerse ver como adultos y ella había hecho lo mismo, se lamentaba e incluso se sentía avergonzada. Temía llegar a casa y que sus padres lo supieran, pues era una de las pocas cosas que le prohibían.

—Me siento orgulloso de ti —habló Erick, acercándose a ella sin dobles intenciones.

—¿Por haberme emborrachado? ¿Por no haberme ahogado en vómito mientras dormía? ¿Por aceptar tus regaños sin reprochar...?

—Por haberte atrevido a algo que no te gustaba, y más después de lo sucedido.

Ella sonrió de lado, el atrevimiento había sido a causa del alcohol porque estando sobria le ganaría la vergüenza de pedirle semejante cosa, en el fondo no era tan descarada como se hacía ver. Una notificación de su teléfono llamó la atención de ambos, se trataba de un mensaje de su padre diciéndole que antes del mediodía la quería en casa.

—Uhum... Todavía quedan dos horas para el mediodía y en ese tiempo puedo hacerte muchísimas cosas —chasqueó el dominante, llevando su mano al nudo de la toalla que envolvía el cuerpo de su novia para deshacerlo y que esta cayera al suelo—. No hay de que preocuparse, mi suegro me adora.

Repasó el contorno de su boca con su dedo índice, regalándole una sonrisa picarona.

—Seguro que si —se burló, acercando su rostro para poder besarlo, su barba le raspó la piel pero fue una sensación agradable—. Venga, demuéstrame lo que puedes hacer en dos horas.

La humedad ya estaba acumulada en su interior y solo deseaba una única cosa: que la tocara.

Como si estuviera leyendo sus pensamientos emitió un ligero sonido de apreciación y deslizó una de sus manos por el interior de su muslo hasta posarla en su coño.

—Ya veo que me estaba esperando —chasqueó, indicándole que se acomodara en la cama, ella lo hizo sin siquiera pensárselo y se abrió de piernas para darle mejor acceso.

Se inclinó sobre ella, dejando su rostro entre sus piernas pero sin llegar a tocarla, solo con su aliento rozándola. La volvía loca, toda la expectativa, la sensación, esperando que sacase la lengua para lamer su piel. Pero eso no pasó. Se quedó allí, mirándola, respirando y con sus dedos clavados por detrás de sus muslos.

—Por favor...

Su lengua tocó su clítoris. Layla no tardó en arquear las caderas hacia su boca, ambiciosa. Gimió frustrada cuando él retiró su boca y la miró con una ceja alzada.

Si, lo entendía a la perfección.

Confórmate con lo que te doy.

—Voy a follarte, vainilla —chasqueó, bajándose el pantalón para liberar su erección, le regaló una de esas sonrisas que le mojaban las bragas y lo vio caminar hasta la mesita para tomar un condón, tras colocárselo volvió a la cama con ella. Emocionado como un adolescente—. Ponte en cuatro, te mereces unos azotes por ser una imprudente anoche.

Se giró, alzando sus caderas para quedar más a su disposición. Erick alineó la cabeza de su polla en su abertura y empujó hacia dentro, dándole un par de azotes a sus nalgas mientras lo hacía. Estaba húmeda, cálida y dispuesta. Incluso gimió desvergonzada al sentirlo. El dominante se inclinó hacia delante para susurrarle cosas obscenas al oído, al principio de su relación ella le había dicho que eso no le gustaba pero cuando estaban en medio del acto la ponían cachonda y, en esos momentos, no tenía problema en admitirlo. Busca su clítoris con la mano que tiene libre y lo frota, llevándola al punto de la locura, envuelta en ese placer inimaginable que la hacía temblar de todas las formas posibles.

—No te corras —advirtió.

—Por favor... —lloriqueó—. Deja que me corra, por favor...

—Que bonita te ves suplicando —siseó entre dientes.

Layla mordió la almohada, concentrándose para no correrse ni tampoco para maldecir a su novio. Lo amaba pero era insoportable cuando se ponía en ese modo de tener el control de todo, incluso de sus orgasmos.

Se inclinó para besar su nuca y descender por su espalda, sintiendo sus músculos tensarse y el calor recorrer por completo su cuerpo. Iba a correrse. Clavó sus dientes en su piel, intentando no hacerle daño ni dejar una marca muy obvia, mientras que descargaba su semen el el preservativo. Gruñó cuando salió de ella y se deshizo de él, Layla lo miró con indignación, pensando que la dejaría sin correrse.

Pero él no era así.

La agarró por los tobillos y la arrastró hasta el borde de la cama antes de enterrar su rostro en su coño, devorándolo como había estado deseando desde que le quitó la toalla, usando su habilidad con la lengua y con los labios para que se viniera en su boca.

—Joder, mi padre... —habló, incorporándose de la cama y dejando al pelinegro con una expresión de confusión.

—No menciones a tu padre cuando estoy entre tus piernas, no es agradable.

—Va a cabrearse —se levantó, ignorando el temblor de sus piernas—. Ni siquiera sé cómo contarle lo de ayer, la borrachera y todo eso... Definitivamente me va a desheredar.

—Layla, no te calientes la cabeza —resopló su novio—. Yo puedo hablar con él.

—Oh, no... Definitivamente no —negó con la cabeza—. ¿Y mi ropa...?

—En la lavadora —señaló lo obvio—. No pretenderías ponerte la ropa de ayer, ¿no?

—¿Y que iba a ponerme, chico listo?

El dominante chasqueó su lengua y señaló con la mirada su armario, invitándola a abrirlo, ella lo hizo y se sorprendió al entrar ropa de mujer en este. Tuvo que tragar saliva y mirar a su novio con incredulidad antes de volver la mirada al frente y comprar que, efectivamente, él le había comprado ropa para tenerla en su propia casa.

—Sé que no vivimos juntos pero me imaginé que sería más cómodo por si algún día te quedabas a dormir —se encogió de hombros sin saber como excusarse.

Layla reprimió un chillido de la emoción, eso le había parecido adorable. Se estaba esforzando para ser un novio de diez y lo estaba consiguiendo.

Lujuriosos PensamientosWhere stories live. Discover now