Capítulo 8: Keira

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6 de enero de 1997

Ayer pasé todo el día con mi hermana pequeña, su lápida era la más bella de todas así como ella lo había sido en vida.

Al llegar miré las flores que se encontraban encima de ella, estaban negras y marchitas. Las terminé reemplazando con un pequeño crisantemo violeta que dejé en medio de su tumba, devolviéndole el color que le hacía falta a todo el lugar.

Después de unos minutos, mi vista quedó perdida ante los recuerdos que empezaban a invadirme. Primero tuve la dicha de ver a Keira cuando era solo una niña de cinco años que jugaba alegremente por todo el parque, al escuchar su risa sentí la nostalgia de su presencia. También recordé la vez en la que corrimos por todo el museo de ciencias, escapando de todos los guardias que trataban de detener nuestras travesuras.

Esos recuerdos estaban inundados de felicidad e inocencia pura. Algo que para mi ya no volvería. Porque sin ella nada sería igual.

Rápidamente los peores recuerdos se apoderaron de mi. Esos que desearía con toda mi alma olvidar, que por desdicha siempre se encontraban ahí. Esperando de una u otra forma salir.

De pronto volví a sentirme débil y acariciando su lápida susurré: "Lo siento pequeña, por no haber sido tan fuerte. Debí serlo por ti y por mi, pero te defraudé. Nos defraudé". Las lágrimas surcaron mi rostro en cuestión de segundos y en medio de una lluviosa tarde que compartía mi pérdida me dejé llevar.

Lloré todo lo que nunca había llorado, lloré mostrándole al silencio todo mi dolor tratando de encontrar en él una respuesta que nunca llegó.

Con un hilo de voz le dirigí a Keira unas últimas palabras "Al final no fui la súper heroína que tú me creías ser" y con una risa amarga finalicé mi visita.

Para el chico que un día soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora