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El aire gélido le pegaba fuertemente en el rostro, cómo si de una cachetada se tratase, se volvió a acomodar la bufanda roja sobre el cuello, tapándose la boca y parte de la nariz.

Kim no podía creer que su preciada caja morada hubiera desaparecido de la nada, el simple hecho de pensar en ello lo hacía sentir inquieto y con ganas de llorar, su estómago se le encogía al pensar en que alguien pudiese leer sus más íntimos pensamientos y se burlara de él.

Quería creer que estaba en la basura y que nadie, absolutamente nadie, lo hubiese leído. Y aunque sus padres le habían dicho que no sabían de esa caja ni de dónde podría estar, Sunoo tenía miedo de que alguien conocido la encontrara y se atreviera a leerla, de que viera las fotos y ugh, el mero pensamiento le revolvía el estómago provocándole náuseas.

Se levantó del pasto en cuanto leyó el mensaje de Jungwon en su teléfono, avisándole que el maestro ya estaba a punto de llegar.

La verdad era que Sunoo temía que alguien supiera que tan patético era y qué tan destrozado estaba.

Si el día de mañana muero. ‹𝟹 SungsunWhere stories live. Discover now