Prólogo

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" La luna se vistió de suave seda larga que arrastraba en los océanos de la tierra con elegancia, el Sol se maravilló con la magnifica exquisitez de su belleza y en el amor cayó, ambos se tomaron como el amor que nunca podrían tener, ambos se desearon como el placer que nunca podrían obtener."

Las cortinas bailaban con la suave orquesta afinada por los animales silvestres que vagaban en la oscuridad de la noche. La Luna otoñal abarcaba el cielo pintoresco del color de las profundidades del océano. Y como si fuese el recordatorio de un recuerdo voraz que parecía lejano pero que se podía rozar con la punta de los dedos, una mujer de largos cabellos negros yacía encorvada en aquella cuna que resplandecía sus bordes dorados hechos a mano al fulgor del astro que les fisgoneaba por los ventanales abiertos y empañados.

— Mei, duérmete por favor... — Sollozando le pedía a una niña pelirroja que se retorcía entre sus finas sábanas rosa, liberando quejidos por sus pequeños labios regordetes expresando incomodidad,  arrulló  suavemente a su retoño para que así volviese a caer entre los brazos del cansancio.

Pero ahí seguía, intentando acallar los chillidos de su hija mientras ella lloraba igualmente por la desesperación y la tristeza que la consumía en vida.

Tomó a la niña entre sus brazos y la envolvió en las pequeñas colchas que desprendían su infantil aroma, caminó hasta la ventana y la abrió completamente, abrazando a la infante entre su calor maternal, intentando protegerla del frío arrasador que soplaba en la terraza de la residencia. La vieja silla mecedora que le esperaba en un rincón alejado, le recibió con gusto, moviéndose por el impulso que hizo al sentarse sobre ella.

La noche era tan pacífica, que se permitió dejarse hacer por la luz de Luna quien era su compañera en noches como aquellas, noches donde abundaban los recuerdos y escaseaba la paciencia. Miró hacia la bebé que aún lloraba y tomando un respiro pausado, la mecio de manera suave y delicada mientras tarareaba una canción de cuna envolvente, acarició entre sus largos dedos pálidos los mechones fuego de la pequeña y sonrió con nostalgia al ver las marquitas de sus mejillas coloradas que se fruncían cada vez que sollozaba.

—¿Sabes cielo? Si papá estuviera aquí con nosotras diría que eres una niña realmente hermosa.— De a poco, el llanto de la pequeña Uzumaki fue callando hasta convertirse en pequeños hipidos, observó a su madre con sus enormes ojos negros y le escuchó con atención, como si tuviera la noción de la importancia de lo que Sarada le decía, la mujer sonrío con dulzura al ver que su hija le invitaba a que siguiera con su relato, con solo el resplandecer de sus ojos.— Él halagaría tu precioso cabello rojo, te pareces mucho a su abuela, al parecer tendrás su temperamento también.

Su corazón se oprimío y su nariz picó de manera molesta, suspiró con inseguridad y arrulló entre sus brazos a su pequeña bebé que con cansancio se acurrucó en su pecho mientras suavemente seguía tarareando suaves melodías, desde que su esposo había sido secuestrado por los Ōtsutsuki hacía más de un año, nada había vuelto a ser igual en su vida, se le buscó por mucho tiempo, pero era como si simplemente se hubiera esfumado en el aire. Al mismo tiempo, se enteró que estaba embarazada, lo cual fue un golpe duro para ella, los cambios que se mostraban en su vida eran tan abrumadores que simplemente cayó en la tristeza de sentirse incompleta, impotente.

—Él te ama mucho, sea donde sea que esté sé que te ama, sé que nos ama a ambas.— Apretó los labios para no romper en lágrimas.— Papá y Mamá te cuidarán siempre, donde sea que estés para nosotros siempre serás nuestro mayor tesoro, lo sé.

Y en cuanto vio que Mei cerró sus ojos, sucumbiendo ante el cansancio, soltó un gemido de dolor tan desgarrador, que hasta la Luna le acompañó en su llanto, los quejidos que surgían de entre sus labios, se conocían con la suave melodía nocturna, creando así un trágico y particular retrato.

—Desearía que estuvieras aquí... — Suplicó hacia la Luna cambiante.— Desearía volver a verte, una última vez...

Miró hacia la pequeña que dormitaba en sus brazos protectores, agachó su cabeza lentamente y besó así su frente con ternura y amor, las estrellas vestidas de plata la observaban desde sus tronos en la oscuridad del firmamento. Luego, miró hacia la Luna  quien de manera majestuosa era la más hermosa de todas, sintió su corazón trastabillar en su pecho como en piquetes de adrenalina caliente, cuando sus perlas oscuras enfocaron a la amante lejana del rey del día sintió que era observada desde ese punto, sintió que era recordada una vez más.

—Quisiera... — Murmuró, hipnotizada, embelesada.— Quisiera verlo, una vez más, aunque sea una última vez...

Su doujutsu se activó inconscientemente en cuando la luz de Luna fue más potente, el resplandor la cegó y la persona que la observaba desde la Luna le cumplió su deseo. Su Sharingān rotó y ella se sumergió en el placentero sentimiento del cansancio, sin poder evitarlo, un halo de luz pura les envolvió.

Y así fue, como madre e hija desaparecieron del lugar, sin dejar rastro alguno.



Mi internet es una shit.

The last timeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora