Propiedad del Rey

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—Ismael...— esos ojos rojos lo intimidaban.

—Me llegó a enterar... Qué estás jugando en mi contra Jericó— lo agarró por la ropa. —... Y no voy a tener piedad contigo, ¿entendido?— el pelinegro asintió.

—Sí, señor...

Ismael se alejó para acomodarse el cabello.

—Retírate.

—¿Me estás despidiendo?— el rubio lo miró de reojo.

—No, Jericó. Solo que ya no serás el transportista de algún miembro cercano de mi familia— tomó su vaso de agua. —. Sobre todo mío y de Gael— se dio un buen trago.

—Es increíble que desconfíes de mí— se puso de pie para ponerse una mano en el pecho, Ismael le pasó de largo. —... Yo que he sido tu amigo desde bebés, vienes y me echas de lado por qué andas encaprichado con un niñato al que apenas conoces— el rubio ni le respondía. —. Se nota que tu padre ya no está, él de seguro te hubiera compuesto de una.

—Jericó, mi padre murió— Ismael ya estaba harto. —. Es triste y lamentable, pero finalmente yo puedo tomar mis decisiones y elegir con que tipo de personas rodearme por fin— lo encaró recostando su cadera contra el escritorio.

—Ah, tus amigos de toda la vida somos malas personas ahora— Jericó negó con la cabeza y levantó sus manos en derrota. —. Está bien, yo acepto todo lo que tú quieras hacer o lo que sea que quieras creer, ni modo— se encaminó a la puerta.

—Cuídate, Jericó.

—Igualmente para tí y tu omega— detrás del portal se encontró a Gael que traía unas bolsas con comida.

—¿Ya terminaron de hablar?— preguntó el joven mirando más allá, donde Ismael estaba.

—Sí, ya Jericó se iba, de hecho— la voz del alfa era imponente.

—Lindo collar Gael, te luce. Casi quita la atención de tu cuello sin marcar— decía el pelinegro al tocar dicha prenda de color oscuro. De pronto, era la mano de Ismael la que sujetaba su muñeca lejos del alcance de su pelirrojo. —... Hasta pronto— por fin se fue.

Gael se dirigió a la sala para poder abrir una de las bolsas de papel, dentro había una caja de donas y dos cafés extra largos. El chico se sentó al sofá, esperaba por su novio. Dio un par de palmadas al cojín. Ismael se sentó a su lado y le dio un fuerte abrazo. Pasó su mano por su mentón hasta alcanzar ese punto donde Gael empezaría a ronronear. Pudiendo así sentirse en paz. Gael se olvidó de los dulces que había traído, se recostó al pecho de Ismael y se aferró a su ropa con fuerza. Olía a chocolate, estaba gozándolo como nunca. Habían sido dos semanas llenas de estrés desde que vivían juntos.

Debían cuidarse de quién los veía llegar en irse, dejaron de salir a la calle incluso para evitar que le hicieran daño al pelirrojo.

—¿Cómo resultó todo?— preguntó Gael mirando su camisa.

—No quiero pensar en eso, pequeño— Ismael sostuvo su mentón con ambas manos.

—¿Pelearon?

—Solo le dije lo que tenía que decirle— levantó algunos mechones que caían en su frente. —... Y él también dijo lo que tenía que decir— suspiró. —. Mis amigos no saben con que atacarme, siempre usan a mi padre como argumento para mi forma de ser.

—¿Qué?— Gael no entendió. Ismael le besó la coronilla. —... Isma...

—Alec me echó en cara que no tengo control de mi vida desde que mi papá murió, el día que vino a firmar su renuncia— Gael asintió. —. Ahora, lo hizo Jericó. Además de que sé que los dos piensan que estoy dando demasiado por tí y solo tienen como excusa que no te conozco bien.

—En realidad, sí me has dado mucho— admitió el menor mirando a otro lado.

—Eres mi destino, Gael... Pero eso es algo que solo nos interesa saberlo nosotros, ¿sí?— juntó su frente con la del menor. —... Si la persona que está tras todo esto, se llegase a enterar de lo que somos— no pudo terminar. Ni siquiera él contaba con la fuerza o el valor de imaginarse una vida sin su otra mitad que tanto tiempo le tocó esperar. —... Me moriría si no pudiera tenerte conmigo, Gael.

—Tranquilo— ese tono compasivo no podía calmarlo ahora. —... Tengo mi collar y vivo contigo... Estaremos bien los dos— Gael se veía encantador en ese momento. —. Yo te propongo que en cuanto salgamos de aquí, nos vayamos a nuestro hogar— empezó a acariciarle el pecho con el dedo índice. —... Y nos demos unos buenos besos en la cama— se sonrojó.

Ismael le sonrió, mostrando sus colmillos. Gael se mordió la boca al verlos.

Había algo en lo que no se había equivocado de su primera impresión de Ismael y era con lo de su perfecto pedigree. La genética del clan Garza se compartía entre tener los ojos rojos, ser rubio, alto o apuesto. Y de esa familia sabía que pocos miembros contaban con todas esas virtudes, los más destacados eran Eda y el propio Ismael. Gael solia pensar el como se sentiría crecer con tal gracia que hacía que incluso sus pocas canas, arrugas y ojeras ligeramente marcados, solo volvieran a ese hombre más interesante. Ahora sentía una atracción por esas piezas dentales de buen tamaño y filo.

Su mano tardó semana y media en sanar... ¿Qué quedaría para su cuello cuando decidiera que era el momento? Una necesidad de querer experimentar una mordida como era debido se apoderaba de su mente. Pasó el resto de la jornada fantaseando sobre eso, sintiendo calor e incomodidad. Eso solo podía significar que su celo estaba pronto a llegar. Ahora que tenía a alguien con quién pasarlo, no se quería imaginar cómo iba a actuar el mismo.

Cruzó por la entrada de su hogar con Ismael detrás suyo, este de inmediato le quitó el collar de protección. Eso provocó que el instinto de Gael se activara.

Encaró al rubio y empezó a besarlo, le retiraba el saco al mismo tiempo. Seguido a eso lo empezó a jalar por la corbata, atrayendolo a su cuerpo. Este captó la señal, bajó sus manos por su cuerpo y lo levantó por sus caderas. Se sentó en el sofá con el menor encima suyo. Extendió los brazos en el espaldar del mueble. Gael con desespero se quitaba la corbata y se abría la camisa para tirarla al piso. Era la mejor manera que los dos tenían para quitarse tanto estrés del cuerpo.

Ismael terminó por llevarlo a la cama. Allí se quedaron en ropa interior, pero ahora solo querían estar cerca. Abrazados, Gael encina de Ismael. Mirándose con deseo.

—Isma... ¿Te puedo pedir algo?

—¿Dime?

Gael tomó aliento para acercarse más a su boca.

—¿Me morderías el cuello?— Ismael se sentó tras esa propuesta. —¿Qué ocurre?

—¿Estás seguro?— estaba serio. —Te va a doler mucho, Gael...

—¿Y?— apoyó su frente en su hombro, miraba su pecho mientras pasaba su mano sobre este. Ismael deslizó su mano por su espalda. —... Solo quiero ser tuyo, Ismael... Por favor, hazlo.

El rubio sintió el corazón acelerado. Los colmillos le daban comezón de pronto. Su cuerpo sabía bien lo que quería.

Con mucho amor, recostó al pelirrojo a la vez que lo besaba lento y pausado. Gael lo rodeó con sus brazos. Evocó en su mente, aquel hermoso momento en que le dio su inocencia a Ismael. Nuevamente estaba encima de su cuerpo, besándole la boca para descender por su mejilla hasta su cuello. El cual se veía un poco inflamado cerca de su tráquea, allí en el centro de esta parte. El alfa se sentía tentado a marcarlo allí donde cualquiera pudiera ver qué ese joven pelirrojo ya tenía un dueño.

El destello de sus caninos hizo que Gael cerrara los ojos, aquellas punzadas dolían como nunca antes había sentido en la vida. Pero hacían que su cuerpo se sintiera lleno de vigor. Sus aromas se mezclaban sin saber a qué olía ahora la habitación.

—Isma...— suplicó Gael con lágrimas en los ojos.

El nombrado finalmente aflojó la mandíbula. Se sentía orgulloso de ver lo que habían hecho juntos, lamió sus heridas por varios segundos. Hasta que le dio la cara por fin.

—Eres todo mío, pequeño... Ahora, relájate... Vamos a divertirnos un poco...

Gael asintió con una sonrisita para volverlo a besar con amor.

Negociando con el Corazón || Original - #OmegaverseOù les histoires vivent. Découvrez maintenant