Capitulo 7.

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CAPITULO 7

Mikahil salió furioso a la terraza a tomar el desayuno para encontrarse con un cachorro galeus sentado en su sitio. Como si no fuese bastante con haberse levantado como si hubiese salido de una guerra.

Mikahil se acercó con cuidado al animal que ya le estaba enseñando los colmillos. ¿Será posible? ¡Ya estaba arto de la actitud arisca de ese gato gigante!

Enseñando sus propios colmillos, Mikahil volcó la silla y el galeus saltó elegantemente al suelo.

Con un gruñido frustrado se sentó en SU silla y se sirvió SU desayuno mientras no dejaba de mirar al animal, que balanceaba peligrosamente su larga cola terminada en afiladas púas de un lado a otro.

No podía creerlo. Ese animal seguiría en una granja de no ser gracias a él. ¿Y así se lo agradecía?

El galeus dio un nuevo salto y se sentó en el borde opuesto de la mesa en que estaba Mikahil. Tenia una expresión extraña en los ojos que no le gustaba nada.

Mikahil siguió comiendo su beicon caliente mientras miraba al animal. El galeus comenzó a caminar lentamente por el borde de la mesa, manteniendo un perfecto equilibrio, hasta quedar a una distancia segura de Mikahil.

Ese animal tenía una vena malvada, estaba seguro. Parecía que se estaba riendo de algo. Y no saber de qué le estaba poniendo nervioso.

El galeus se agazapó sobre la mesa, en una postura claramente amenazante. Mikahil vio como extendía sus garras y las púas de la cola. Comenzó a gruñirle mientras movía nerviosamente la punta de la cola, indicando que iba a saltar.

Mikahil tragó fuertemente. Si el animal decidía atacarlo, incluso siendo un cachorro, seria un terrible enemigo. Por no hablar del disgusto que le daría a Gabriel si lo mataba por accidente. La bruja no lo perdonaría jamás.

Rápido como un rayo, el galeus estaba sobre su plato y al siguiente corría en dirección a los sofás del otro lado de la terraza, llevándose consigo el beicon calentito.

Mikahil miró su plato pasmado, un segundo antes de salir corriendo tras el malicioso animal. Cuando le agarrara … iba a hacerle la depilación a la cera.

Pero no llegó a cogerle. El animal se había refugiado en brazos de su dueña, que no podía parar de reír, y le miraba con expresión de superioridad.

- Mikahil, ¡¿Cómo puede un animalito de apenas dos meses robarte el desayuno?! - Gabriel estaba llorando incluso de la risa.

- ¿Animalito? - preguntó extrañado - ¡Eso es lo que quiere que creas!

- No seas ridículo - dijo abrazando a su galeus - es la cosita más tierna del mundo.

Una nueva mirada de superioridad. Mikahil empezó a echar humo por las orejas.

- ¿Tierno? - Mikahil se señaló los golpes y cortes de las garras del galeus - ¿Te parece tierno esto?

Gabriel hizo un gesto con la mano para quitarle importancia.

- Seguramente le aplastases mientras dormías. El pobre tiene que defenderse.

Mikahil se sentó frente a ella malhumorado.

- Lo que yo no entiendo es por qué durmió él en mi cama.

- Acababa de llegar. - Gabriel acarició las orejas puntiagudas del animal - Esta noche ya podrá dormir en otro sitio tranquilamente.

En ese momento unos extraños pájaros pasaron revoloteando por la terraza y el galeus salió a perseguirlos.

- Pueden darse por muertos. - comentó Mikahil mientras veía al cachorro alejarse.

El corazón de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora