Capítulo 16

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Estábamos parados, enfrente del portal de una gran casa similar a un chalet. Según varias señales era un hotel. Hice una mueca al no habérsenos ocurrido a nosotros usar uno igual cuando estábamos en Ciudad Real, en su lugar habíamos dormido en el suelo tapándonos con chaquetas.

—Somos inútiles. —admití.

—Sí. —respondió Ella, sabiendo a qué me refería.

Mi corazón latía como un loco, estaba en Francia e iba a entrar a la casa de unos desconocidos, los cuales si se pensaban que estaba infectada probablemente me matarían. Joder, era una locura. Inspiré tranquilizándome y miré a Daimon.

—¿Llamamos?

—¿A mí que me preguntas?

—Es que pareces estar pensando, y eso no es algo usual en ti. Me preocupaba.

—Creo que sí deberíamos entrar.

—Opino igual. Pero con algo con lo que podamos defendernos, por si acaso. —dijo Ella.

Cogí con fuerza un boli que tenía en el bolsillo, el que había usado para escribir el virusario. No era ni de lejos un arma mortal, sin embargo, relativamente útil si sabías como utilizarlo.

—Bueno. ¿Entramos? Moriremos igualmente. —soltó John. Suspiré, aunque tenía razón.

—Bien. —dije.

Di un paso, dispuesta a llamar, porque sabía que sería la única que se atrevería. Sonó un pitido y esperamos con un nudo en la garganta. Una chica respondió al instante.

"Qui est-ce?" —se escuchó.

—¿Nosotros? —respondí confusa sin saber muy bien que había querido decir.

No contestó. Esperamos un rato, hasta que la puerta, que era corrediza, fue abriéndose poco a poco y dejándonos entrar. Caminamos por el asfaltado suelo del patio, que era de un gris aburrido, y no tenía plantas, —al menos, no vivas—. Cuando llegamos a la puerta de entrada, antes de que yo volviera a tocar al timbre, un chico, rubio y de ojos azules, con pómulos marcados, alto, ensombrecido por la falta de luz del interior, abrió con una fría mirada. Me quedé mirándolo un rato, embobada, pero en cuanto me observó, nerviosa, volví a la realidad.

—Bien. —exclamé—. Bien, bueno, entonces. ¿Sois los de la radio?

—Sí. —respondió sin disimular su pereza.

Nos quedamos callados mirándonos entre nosotros con incomodidad, hasta que otra chica, también rubia, y de un pelo liso y largo se asomó mostrando una gran sonrisa. Nos recorrió de uno en uno con la mirada, y en cuanto hubo determinado quienes éramos, abrió aún más la puerta y se puso delante del francés.

—¡Hola! —saludó emocionada—. Lo siento por la reacción de Silvain. —Le fulminó con la mirada—. Es muy desconfiado.

—Nos hemos dado cuenta. —le corté sin querer. Me tapé la boca arrepentida e hice un gesto con la mano indicando que siguiera. El francés me miró con unos profundos ojos azules, los cuales ahora parecían brillar, dentro de lo que su frialdad le permitía.

—Por donde iba. Yo me llamo Camile. Encantada de conoceros. —Su acento era meloso, pero disimulado con su entusiasmo.

El primero que se adelantó fue John, quien le dio la mano saludándola, algo extraño en él. Intenté disimular una sonrisa al ver el interés de mi hermano en aquella tal Camile. La siguiente fue Ella, Daimon, y por último yo.
Dentro estaba la recepción, y varios pasillos llenos de puertas.

INSOMNIA ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang