CAPITULO 8

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Jongin se sentó encima de su semental negro Titán mientras cabalgaba la propiedad. Era algo que le gustaba hacer. Las montañas de telón de fondo eran simplemente magníficas, le gustaba salir todos los días y sentir el viento en su piel y el sol en la cara.

Sólo tenían setenta hectáreas, pero la belleza arrebatadora de la tierra, las montañas cubiertas de nieve y los exuberantes campos verdes llamaban a Jongin. Ya sea montando a Titán o vagando en su forma de oso, siempre sentía que había encontrado el lugar perfecto para llamar hogar.

Y ahora tenía una familia para mostrarles lo mucho que este lugar significaba para él.

―Creo que vas a hacer un padre fantástico ―dijo Chanyeol mientras cabalgaba junto a Jongin―. Lo estás haciendo genial con Taeoh.

Jongin resopló. ―Kyungsoo sigue mordiéndome por alimentar al pobre niño con dulces en las mañanas. Él siempre dice algo acerca del subidón de azúcar. ¿Cómo se le pueden negar los dulces a un hombre?

Chanyeol se rió entre dientes. ―Fácil, Taeoh todavía no es un hombre. Creo que Kyungsoo tiene razón.

Eso podría ser así, pero era duro como el infierno decirle al niño que no cuando le ponía a Jongin esos grandes ojos de cachorro. Todavía no podía creer que Kyungsoo era su pareja, sin embargo. Eso lo emocionó sin fin y no podía  dejar  de  querer  estar  cerca  del  hombre.  En  realidad,  lo volvía  loco cuando estaba a más de dos metros de distancia de Kyungsoo, pero Jongin sabía que no podía sofocar al hombre.

―¿Y tú? ―Le preguntó a Chanyeol mientras dirigía a Titán hacia la pradera norte, donde un gran y desgastado granero seguía en pie. Él y sus amigos habían hablado de derribarlo, pero todos acordaron que apoyaba la historia en el lugar, dando una sensación de los días pasados―. ¿Te has preguntado si encontrarás a tu pareja y formaras una familia?

Chanyeol miró hacia la distancia, cada vez más tranquilo. Aunque los cuatro amigos habían sido prácticamente inseparables toda su vida, Jongin sabía que Chanyeol tenía algunos oscuros secretos, secretos de los que nunca hablaba. Había momentos en el que chico desaparecía durante días enteros. Él nunca le dijo a nadie a dónde iba, pero siempre prometía volver.

Si alguien merecía un poco de felicidad, era Park Chanyeol. El hombre era demasiado serio, demasiado reservado, y necesitaba a alguien que pudiera traer de vuelta al shifter oso que Jongin había conocido antes de los militares.

―Creo que será mejor que regrese ―dijo Chanyeol, evitando la pregunta de Jongin. Jongin dejó caer el tema. Él no estaba dispuesto a forzar a Chanyeol con una conversación.

―¿Crees que sea extraño que yo siempre que quise una familia, ahora que tengo a Kyungsoo y Taeoh, estoy cagado de miedo?

Era  cierto.  Sólo  de  pensar  en  Kyungsoo  dando  a  luz  hacía  que  el estómago de Jongin se atara en nudos. Soñar con tener una familia y criar a los niños en realidad eran dos cosas totalmente diferentes.

¿Y si él jodía esto? ¿Qué pasa si Taeoh y su hijo por nacer crecían para ser matones, drogadictos, delincuentes, miembros improductivos de la sociedad, o... Infiernos, la lista seguía y seguía. Jongin había pensado en eso la noche anterior también.

Todo lo que quería para sus hijos era que ellos crecieran e hicieran algo que amaban, que apreciaran las pequeñas cosas de la vida. Estaba empezando con esta cosa de la paternidad y ya podía sentir la acidez en su futuro. Quizás Kyungsoo podría postergar dar a luz por otro año o diez.

¿Podría Taeoh quedarse de dos para siempre?

―¿Eso te preocupa? ―Chanyeol preguntó y luego sonrió―. Vas a hacerlo muy bien, Jongin. Eres natural con los niños.

El pastelito del Vaquero - KAISOOWhere stories live. Discover now