Capítulo 3

139 103 29
                                    

Borrador.

Kevin.

  El mundo en que me crié era perfecto todo era de color de rosa o como las mayorías de las personas lo llaman, sonreía y reía sin parar  amaba vivir y sobre todo confiaba en las personas pero un día eso cambio… y mi mundo de color rosa se volvió gris, mis sonrisas y mis risas se apagaron, mis ganas de vivir se esfumaron y desde ese día me cuesta confiar en las personas hasta me cuesta confiar en mi mismo.

Todavía tengo recuerdos de ese maldito día, muchas veces me cuesta dormir por las noches o me despierto en medio de la noche asustado… tengo días en las que ni duermo y me he levantado  con ojeras que tapan mi cara. He ido a terapia por varios años pero no me sirve demasiado, la psicóloga Melissa Lugo me dice que tengo que socializar más con las personas y muchas cosas más pero bueno… digamos que no soy bueno hablando o mejor dicho las personas que conozco o conocen mi pasado no quieren socializar conmigo por… , ellos me ven como si fuera un bicho raro o me ven con cara de lástima "pobre, chico, lo que sufrió" "¿cómo será que se siente?" "sufrió tanto a esa edad" "ahora parece que se ve bien" cosas asi escucho cuando me ven. Estúpidas personas, ojala desaparezcan de este puto mundo al menos para mi eso seria lo mejor, para el planeta y para el universo desde el inicio los humanos destruimos todo lo que tocamos y si algo no nos gusta directamente lo hacemos desaparecer. Destruimos a la naturaleza para beneficiarnos a nosotros mismos y luego, más tarde nos damos cuenta que hicimos todo mal y no podemos volver al tiempo atrás ¿No nos podemos convertir en piedras como en Dr Stone?  Si todos los humanos nos convirtieran en piedras o simplemente desaparecieramos de este planeta sería lo mejor para la naturaleza y para los animales.

—¿Vamos a jugar? —me habló mi hermanita sacudiéndome de la cama —estoy muuuuuuuy abuuuuriiiiidaaaaa.

—¿Y por qué no ves la tele?

—En la tele no hay nada —al ver que no respondía me volvió a sacudir —dale Kevin, vamos a jugar.

Como me insistía tanto le dije que sí y arrojé la almohada que cubría mi cara a un lado.

—¿A qué quieres jugar? —le preguntó estirandome y bostezando a la vez.

—A escondidas. Tú cuentas y yo me escondo ¿Okey? 

—Okey.

Bajamos las escaleras y nos dirigimos al jardín. Apoyo mi cabeza en la pared negra y cierro  los ojos, me pongo a contar hasta cien en voz alta para que me escuche. Mientras cuento puedo escuchar los pasos de Valentina alejándose de mí.

—noventa siete, noventa ocho, noventa nueve y cien. El que no se escondió se embroma —digo mirando a mi alrededor para ver si no la veo escondida, como no la veo me adentro a la casa a buscarla. Empizo  buscándola por la cocina y por el comedor, luego por el living y el baño de abajo pero no tengo éxito en mi búsqueda así que decido subir las escaleras y buscar en las habitaciones y en los baños pero tampoco tengo  éxito. Bueno eso quiere decir que esta escondida en el jardín. Una vez allí empiezo a buscar nuevamente pero sigo sin encontrarla y mi corazón empieza acelerar, el susto me invade.

—Valentina, me rindo, salí de tu escondite —digo rogando que saliera de su escondite —Valentina, dale. Valentina, dale, salí no estoy bromeando —hable en voz alta.

La desesperación me  consume poco a poco. 

—Tranquilo, no le va a pasar nada —me digo a mi mismo —no te desesperes, sabes que hacer.

Me entro a la casa de vuelta y vuelvo a subir por las escaleras pero esta vez por tanta velocidad casi me caigo en el último escalón, entro a mi habitación y voy directo a mi ropero, abró sus puertas de madera y sacó del fondo una caja de zapatillas Adidas. La coloco sobre mi cama porque pesa y la abro, saco los papeles que se encuentran dentro y tomo mi arma, una pistola. La coloco en mis caderas y la tapó con mi remera blanca. Me dirijo por donde escuche sus pasos por última vez y entro al bosque. Prestó atención a mi alrededor pero no logró ver nada más que árboles y animales.

.Where stories live. Discover now