Capítulo 9: Cuando tres se convierten en uno

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Nota del Autor: Voy a dejar de pretender que estos capítulos vuelvan a ser más cortos. Porque aparentemente no lo harán. Sin embargo, no está en mis manos, esta historia quiere salir y mi cuerpo es simplemente el recipiente para ejecutar sus deseos. Este capítulo es mayormente obsceno, mmm, así que están advertidos. :D

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A finales de agosto de 2000

La tarde en que por fin reunieron todo el papeleo necesario, un peso colosal se desprendió del pecho de Harry. Leyó la carta de recomendación de McGonagall mientras Severus lo miraba pacientemente.

—Eso suena muy bien—. Dijo Harry, volviendo a doblar cuidadosamente el pergamino.

—Se lo tomó muy en serio, después de algunas dudas... iniciales—. Severus gruñó. Harry soltó una risita baja.

—¿Vacilación, eh? Apuesto a que puso esa cara que puso cuando le dije que te había estado visitando en Mungo's. Pero realmente, debe de estar muy encariñada contigo. Es una declaración de amor evidente. Y no suena para nada a ti—. Harry se burló de él. Severus le enarcó una ceja, lenta y señaladamente, obviamente poniendo en evidencia.

—Cuida tu lengua, mocoso—.

—Oh, ¿intentas intimidarme?— Harry soltó una risita. —¿Quieres darme un castigo por mi descaro, tal vez?—.

—Esa insolente boca tuya te ha hecho mucho daño en el pasado, y sigue haciéndolo—. Dijo Severus con sequedad, pero Harry vio la sonrisa que se dibujaba en la comisura de su boca. Deseaba desesperadamente besar ese lugar, así que se inclinó y lo hizo.

—Puede que aún tenga mi túnica de Gryffindor en algún lugar del piso de arriba, ¿sabes?— sonrió contra los finos labios, y Severus emitió un pequeño sonido en su garganta que hizo que la espalda de Harry se pusiera de gallina.

—Qué inapropiado—. dijo Severus.

—Hmm.— Harry tarareó. —Suena excitante. Podrías ponerte la túnica de profesor—.

—Vaya, Potter, parece que estás bastante desesperado por algún castigo—. Severus ronroneó, y Harry lo besó acaloradamente, introduciendo su lengua en esa cálida y acogedora boca.

—Espero que no haya que fregar el caldero—, jadeó, y Severus lo agarró por la camisa y tiró de él hacia delante.

—Si no fuera porque el pequeño travieso pronto se despertará de su siesta, te llevaría arriba ahora mismo y te tendría en el acto—. Severus gruñó contra sus labios, y la repentina oleada de violento deseo que se disparó por el cuerpo de Harry ante esas palabras casi le hizo dar arcadas.

—Oh, mierda—. Harry graznó, y agarró a Severus por la cabeza, hundiendo los dedos en su larguirucho pelo, y lo besó con ferocidad. Era una absoluta locura lo que esto le hacía. Desde que Severus había sugerido adoptar a Teddy, la tensión sexual entre ellos se había multiplicado por diez, y lo que antes había sido una distracción ocasional, un ligero cosquilleo a lo largo de su columna vertebral, se había convertido ahora en una bestia rugiente de deseo constante. Harry estaba más que agradecido de estar en las vacaciones de verano, porque no había manera de que pudiera asistir a sus clases con toda esa suciedad en la cabeza. Y sin Severus a su disposición para cuando la inmundicia lo pusiera a cien.

Harry ya había tenido sueños y fantasías sexuales, muchas, había pensado. Pero vaya que se había equivocado. Era como si hubiera entrado en un pozo de erotismo. Apenas pasaban cinco minutos hasta que las imágenes empezaban a pasar por su cabeza. Imágenes de dedos largos, un cuello sudoroso y labios abiertos con un gemido. Y esas imágenes siempre llevaban consigo una intensa excitación, hacían que se le enroscaran los dedos de los pies, se le revolvieran las tripas y se le retorciera la polla. Era una suerte que Harry no tuviera muchos motivos para salir de casa. Y tampoco los tenía Severus.

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