―¿Y qué vas a hacer? Ahora tengo mi propio dinero. No puedes amenazarme con eso.

―Lo denunciaré. Diré que eras menor al principio. No me extrañaría, tampoco.

―¡Pero de qué estás hablando!

―Saldrá en la prensa, yo me encargaré de ello, y aunque no le juzguen, quedará como el pedófilo que es a los ojos de mucha gente.

Pensé en golpearla. No podía creer lo que sentía en esos momentos por mi propia madre, pero era tan real que me provocó una tristeza capaz de contener mi ira. Respiré hondo para que no saliera quebrada mi voz:

―Escúchame bien: si le haces algún daño a Lucas, por pequeño que sea, no me volverás a ver jamás. Para mí estarás muerta.

Se quedó mirándome como si yo acabase de clavarle un puñal. El aire a nuestro alrededor se convirtió en una masa y quise marcharme de allí, sin embargo, Marina apareció y se colocó entre ambas. Y con gran seriedad, tanto que por un instante pareció ser su hermano, le dijo a Adela:

―No le aconsejo que haga algo así.

―¿Y a ti quién te ha preguntado? Niñata malcriada. Haré lo que sea con tal de proteger a mi hija, aunque eso suponga perderla a ella. Me conformaré con saber que está a salvo.

Marina impidió que yo replicase.

―No me refiero a su hija. Mi hermano tiene contactos en todas partes, y si usted intenta algo en su contra, y más algo como eso, le garantizo que no solo fracasará, sino que perderá ese coche que tanto le gusta, perderá esta casa y perderá el piso que está alquilando en la playa, y también perderá su trabajo. Se verá en la calle, si es que Lucas no cree conveniente que pierda algo más, pero supongo que debería dar gracias por ser quien es.

Mi madre la observó un momento con evidente incredulidad y luego soltó una risa despectiva. Sin embargo, daba la impresión de que Marina había conseguido hacerla dudar.

―¿Qué me estás contando? ¿En qué país crees que vivimos?

―No es cuestión de países, señora. Pero si no me cree, puede hacer la prueba. Yo solo la prevengo por lo mucho que quiero a su hija.

Me alivió que Adela apartase la mirada, que cediera, pero también me dolió, porque estaba demostrando que era mentira que todo lo hiciera por mí. Ella sentía un rencor profundo del que no podía, o no quería, desprenderse.

Así que, al final, la decisión que había tomado en la estación se cumpliría antes de tiempo. Por mucho que Adela fuera mi madre, no soportaba estar un solo segundo más en aquella casa.

Contuve el llanto como pude hasta que me hallé camino de la estación de tren. Héctor aparcó el coche a un lado de la carretera y me dejó a solas con Marina. Le di las gracias en cuanto logré tranquilizarme.

Entonces, pensé en regresar con mi madre. La imaginaba sufriendo por mi culpa y mi pena aumentaba.

―Debe aprender a respetarte de algún modo, Irene. Y por una Navidad que pase sin ti no va a morirse.

―Pero ¿y si no me lo perdona nunca?

―Más tienes tú que perdonar que ella. De todos modos, es más importante que le haya quedado claro lo que le he dicho. Solo le daría a Lucas la excusa que necesita para castigarla.

―Ya la has oído. Si me quedaba, no lo haría.

―No te lo puedes creer y tampoco estar allí padeciendo. Pero si quieres volver, solo tienes que decírselo a Héctor.

―No quiero, pero Lucas deducirá que ha pasado algo más grave que una discusión por mi trabajo. Además, pretendía que esta fuera mi última Navidad con ella.

Atado a ti (2022)Where stories live. Discover now