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El resto de los invitados llegó cuando se les esperaba: una hora antes del almuerzo. Tras instalarse en sus respectivos dormitorios, todos nos fuimos a la piscina a disfrutar del agua y de una buena cantidad de carne de cerdo a la barbacoa.

Antonio acababa de contarme algo gracioso cuando sentí que alguien me miraba desde la casa. Pero todas las ventanas daban a habitaciones a oscuras y los cristales brillaban por el sol reflejándose en ellos. Seguramente me lo estaba imaginando, o Lucas nos miraba a todos y no solo a mí, así que opté por hacer como si nada. Sin embargo, Antonio me conocía bien.

―¿Qué ocurre? ―preguntó, acariciándome el cabello. Era un contacto habitual entre nosotros, pero esa vez no me gustó. Esa vez apenas podía pensar en otra cosa que no fuera la decisión que había tomado en el quiosco.

―Necesito ir al baño.

―¿He dicho algo malo?

―No, tranquilo. Ahora vuelvo.

Mi corazón se desbocó antes de entrar en la casa. Respiré hondo un par de veces y me repetí que no era ninguna niña inocente, y logré tranquilizarme lo suficiente como para continuar con mi propósito. Pero no duró demasiado: al alcanzar la puerta que no debía cruzar, necesité volver a detenerme. Me dije entonces que, aunque mi inquietud no iba a mejorar a partir de allí, no había otra forma de averiguar si podía existir algún tipo de relación entre Lucas y yo. Sentía que solo si resolvía esa duda sería realmente capaz de mirar a otro lado. Si él no quería saber nada de mí, tendría paz, y si por el contrario me deseaba, sabría por fin a qué sabía su boca y quizás, con suerte, me llevase una decepción.

No lo pensé más y abrí la puerta. Al otro lado había un pasillo desierto, así que entré deprisa en él y cerré la puerta con todo el cuidado del mundo. Avancé despacio por el pasillo, casi de puntillas, y me acerqué a la primera puerta, que estaba abierta. Antes de asomarme por el hueco, esperé a escuchar cualquier ruido.

Enseguida comprendí que aquella estancia era la misma que había atisbado por la noche desde el quiosco: por la ventana podía verse la piscina. La mesa frente a la que Lucas había estado sentado se hallaba en el centro, y lo que él había estado haciendo era continuar la maqueta de un barco de época moderna, con su casco de madera oscura, tres mástiles, amplias velas blancas y dos filas de cañones. Era precioso y reflejaba una paciencia digna de admiración, pero me entristeció profundamente.

―¿Señorita Muñoz? ―preguntó una voz a mi espalda.

Me giré y vi a un desconocido en uniforme blanco y negro. Portaba una bandeja metálica con restos de lo que debía de ser el almuerzo de Lucas. Me maldije en silencio, porque seguramente le contaría mi intromisión a su jefe.

―No puede estar aquí ―añadió―. Acompáñeme, por favor.

―Lo siento. Es que estaba buscando un baño. Marina me dijo...

―No se preocupe. Venga conmigo.

―No, gracias. Sé cómo salir.

De regreso a la piscina me topé con Antonio. Venía buscándome con la intención de que los dos nos encerrásemos en alguna estancia vacía, con o sin cama. Aunque me sentí tentada de aceptar, porque él tenía la virtud de distraerme de cualquier cosa, no era eso lo que quería. Al menos, no de momento.

Por la noche, tras la cena, nos reunimos todos en el salón de la barra de bar. Antonio había planeado una serie de juegos en los que el alcohol sería el protagonista. Me tomé una copa para reunir valor antes de fingir que iba al aseo. A esas horas era poco probable que me topase con alguien del servicio, y no lo hice en mi camino al acceso a la zona de Lucas.

Atado a ti (2022)Where stories live. Discover now