―No voy a golpearte con un calcetín enjabonado mientras duermes. Jongin retrocedió y luego se puso de pie, ayudando a Sehun antes de enderezar la papelera de revista.

―Conduces un negocio duro, Jongini.

Jongin se estremeció ante el apodo que sus amigos a veces lo llamaban. Lo odiaba, pero después de veinticinco años de escuchar el maldito nombre, él se había acostumbrado. Con suerte nadie se lo diría a Kyungsoo.

―Llama a tu madre y voy a alimentar a los cerdos contigo. ―Jongin advirtió.

―Nosotros no tenemos cerdos ―Sehun contrarrestó.

―Entonces voy a comprar algunos sólo para hacerte desaparecer. ―Jongin se dirigió afuera y subió a su camioneta.

A medida que Jongin conducía por la ciudad, miró por la ventana a la barbería donde dos señores mayores estaban sentados afuera jugando a las damas. Había una antigua tienda al lado y una tienda de flores junto a esa.

La gente caminaba por las calles, algunos empujando cochecitos, otros deteniéndose para charlar con alguien que conocían. Jongin saludó a algunas personas mientras conducía. Amaba esta ciudad. Él y sus amigos no podrían haber elegido un mejor lugar para vivir.

Los  postes  de  la  calle  sostenían  plantas  decorativas  y  la  plaza  del pueblo se estaba llenando con las familias que estaban disfrutando del día. Jongin pasó la oficina del sheriff y la oficina de correos. El Sr. Lee, el cartero, saludó a Jongin antes de caminar hacia su camión de correo.

Tardó diez minutos para llegar al parque de remolques, que estaba situado en las afueras de la ciudad. Este no era un lugar en el que Jongin viviría de buena gana. No es que tuviera algo en contra de los parques de remolques. Sólo que para este parecía ser un requisito que tenías que ser una persona culo-inútil para vivir en el Cielo de Remolque de Lamont.

No,  eso  no  era  cierto.  Muchos  de  los  residentes eran ancianos. Era la generación más joven era la que estaban arruinándolo para todos. Jongin tenía unos pocos amigos allí y eran gente bastante decente. No había demasiadas personas con las que Jongin no se llevaba bien.

Todo el mundo sabía que él y sus tres mejores amigos eran gays y no se inmutaban. Eran los habitantes del fondo del barril en este parque los que siempre gritaban insultos homófobos. Odiaba cuando la gente usaba esas referencias para describir algo.

Mientras conducía a través del laberinto, Jongin vio pequeños niños que deberían estar en cama para ahora. Estaban corriendo como una manada de lobos, sin adultos a la vista.

Oh, espera un minuto. Sí que había. Los adultos estaban frente del remolque de Ji Soo, bebiendo como peces y escuchando ruidosa, música rock perforadora de tímpanos. La mayoría  de  las mujeres estaban apenas vestidas y Jongin sólo podía negar cuando vio a algunas personas a un lado, empujando algo en sus narices.

Una vez más, era la generación más joven la que rebajaba este parque. Había algunos chicos jóvenes con gorras de béisbol al revés, con caídos jeans que mostraban su maldita ropa interior, y todos ellos, llevaban camisetas sin mangas blancas.

Jongin no olía un shifter entre ellos. Pero, de nuevo, con el olor de las drogas flotando a su alrededor, era difícil de decir. El lugar olía a mofeta.

Antes de llegar al remolque de Insung, Jongin se detuvo al lado de la pequeña calle que serpenteaba por el parque y apagó las luces. El lugar de Insung estaba bañado por la oscuridad excepto por una sola luz que brillaba a través de una ventana lateral.

Después de unos diez minutos de observar el remolque, Jongin vio a Insung tropezar hacia fuera, apenas capaz de estar de pie. El hombre se apoyó contra el costado de su casa, escupiendo –¿eso era sangre? Jongin se enderezó.

El pastelito del Vaquero - KAISOOजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें