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Harvey notó que su corazón se aceleraba cuando Bruce entró por la gran entrada con su soberbia típica de millonario. Estaba tan arreglado y apuesto como siempre; con su pelo cuidadosamente peinado y esos trajes de etiqueta que tan bien le sentaban.

Miles de reporteros y de mujeres de gran estatus social se acercaron hacia él, pero Wayne sólo tenía ojos para el hombre al que se estaba acercando.

—Harvey —le saludó con una gran sonrisa mientras le acercaba su mano para estrecharla—, es agradable verte aquí.

—Lo mismo puedo decir —le dijo Harvey con amabilidad.

El fiscal del distrito no podía resistirse las ganas de preguntarle al multimillonario que deseaba hablar con él a solas, pero de alguna manera su timidez aumentaba cuando se encontraba cerca de Bruce y decidió esperarse, sólo un poco más para llevárselo a la habitación de al lado y tener un poco de intimidad. Tenía una gran proposición planeada para su amigo.

—Bueno —continuó diciendo Dent, despejando otros sentimientos de su cabeza—, me han dicho que el hijo favorito de la ciudad va a dar un discurso. Me pregunto en qué donará su gran fortuna esta vez.

Bruce agarró un canapé de los camareros y miró a Harvey mientras entonaba una agradable risa.

—Tendrás que esperar para averiguarlo.

—Entonces supone supondré que nos veremos luego en la sala de invitados, ¿O el multimillonario estará ocupado con otras cosas de la alta nobleza?

Bruce echó una carcajada mientras detrás suya les esperaban otros miembros de la alta sociedad.

—Puedes apostar por ello.

–––



—¡Bruce! —exclamó Harvey tan pronto como le vio entrar por la puerta.

Dent se levantó del costoso sofá donde se había sentado a esperar a su amigo mientras observaba el jardín de la mansión. A Wayne le llamó la atención que había preparado dos vasos con champán en la mesa al lado suyo.

—¿Qué tal, Harvey? —le preguntó Bruce, feliz de ver a su amigo mientras se abrazaban, dándole unas palmadas al hombro de Dent mientras apreciaba su perfume, e inconscientemente lo absorbió con suavidad mientras pudo.

Cuando se separaron, Harvey tenía una radiante sonrisa en su rostro, que emitía mágicos brillos dorados. Las periodistas, en su gran mayoría femeninas, no mentían cuando destacaban sobre la belleza del destacado fiscal del distrito.

—¿Cómo ha ido el discurso? Apuesto a que los has dejado con la boca cerrada.

Bruce entonó una suave sonrisa por el halago; no es que fuera la primera vez que alguien se refería a él de esa manera, pero Harvey siempre tenía los efectos más agradables y naturales en su cuerpo, cosa que llegaba a apreciar muchísimo cuando toda su vida de “Bruce Wayne” usualmente se centraba alrededor del arte de fingir.

Wayne fue con la intención de responderle a Harvey con alguna frase inteligente mientras se apresuraba a agarrar el vaso de champán que Harvey le ofreció, sin embargo, su verdadera identidad fue obligada a salir a la luz en el peor momento.

Reconoció el ruido de donde provenía lo que escuchaba nada más apareció en la habitación; de la ventana tiraron una bomba de humo y el sonido de alguien cargando un arma provocó que al instante tirara a Harvey al suelo mientras gritaba “¡Agáchate!”, lo cuál hizo que su bebida fuera derramada en la alfombra (en momentos como esos agradecía tener a alguien como Alfred en la casa para limpiar la mancha que aquello dejaría), y aprovechando la confusión del momento, rápidamente se escabulló entre la habitación y agarró, de un escondite secreto de los muchos que guardaba, su particular traje de murciélago, y se lo colocó con una rapidez impresionante y totalmente digna de un superhéroe tradicional.

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