Capítulo 46. Manta y peli

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-Dáselo a papá para que lo guarde y puedas ponerlo esta noche debajo de la almohada- dijo Ally mirando con ternura a su hijo.

-Aún no me creo que vayáis a tener otros dos- comentó Penny.

Lester le pasó el brazo por el hombro y su hija tardó unos segundos en asimilar que estaban juntos, sus padres estaban juntos de nuevo. Era maravilloso pero al mismo tiempo... ojalá pudiera estar segura de que su madre no volvería a irse, anteponiendo unos chimpancés a su familia.

Sacudió la cabeza intentando eliminar esa mala sensación, si su padre lo había superado ella también podía hacerlo. A pesar de todo no era la única persona del mundo que había crecido sin su madre.

•••

En casa de los Wade la puerta se abrió lentamente, alguien estaba entrando con las luces apagadas, con el máximo sigilo para no ser escuchado. La alfombra de la entrada amortiguaba sus pasos y conteniendo la respiración esa silueta entre las sombras empezó a subir los escalones lentamente.

-Has vuelto a beber.

Las luces se encendieron dejando al pelirrojo completamente cegado, todo el esfuerzo que había hecho para que su mujer no descubriese que acababa de llegar se había ido al garete.

-Yo... yo...

Dez intentó excusarse pero lo único en lo que podía pensar era en la cantidad de luz que había en la casa ¿habían comprado las bombillas más fuertes del mundo o que estaba pasando? Era como si se hubiesen encendido dentro de su cerebro, casi quemándole por dentro.

Carrie le miró, pero no fue capaz de decir nada más, aún era temprano así que se dió la vuelta y volvió a entrar en su habitación. Su marido apagó la luz y consciente de que lo único que le esperaba si terminaba de subir era una bronca, bajó hasta el salón y agarrando una manta que se puso por encima de la cabeza se tumbó en el sofá con la esperanza de poder dormir unas horas.

•••

El maravilloso olor de los rollitos de canela le despertó tres horas después. Sintiéndose mucho mejor de lo que había esperado fue hasta la cocina donde Carrie estaba sacando del horno una bandeja de bollos recién hechos.

-Ni se te ocurra, son para llevárselos a Trish.

Dez puso una mueca triste y el ceño fruncido de su mujer se suavizó por unos instantes. Se miraron a los ojos, sabiendo que había un millón de cosas de las que debían hablar pero sin atreverse a hacerlo.

-¿Por qué has vuelto a beber?- preguntó ella dándole uno de los rollitos de canela que acababa de negarle.

El pelirrojo había recurrido a la bebida unos años antes, cuando su saga «Claws, Dun, Dun, Dun» había llegado a lo más alto. Las constantes críticas y la presión que conlleva la fama habían podido con él.

Sacudió la cabeza sabiendo que no era capaz de responder, al menos a esa pregunta tan directa, tenía miedo de confesar la verdad aunque una parte de él deseaba hacerlo. Miró de reojo a la mujer a la que amaba, ella había empezado a poner los pequeños bollos en una bandeja, fingiendo que no se daba cuenta del debate interno de su marido.

-Carrie...

Dez se obligó a decir su nombre, era la única manera de poder confesar la verdad. No sabía cómo empezar la frase pero si decía su nombre... si decía su nombre habría empezado a hablar y todas las palabras saldrían con más facilidad, o eso esperaba.

-¿Si? ¿Hay algo que quieras decirme?- inquirió ella sin mirarle.

-Yo... soy estéril- confesó en un susurro.

When Future Becomes Past.Where stories live. Discover now