El resplandor 2

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Tsunade era respetada en Konoha, en el país del Fuego y gran parte de los alrededores pese a sus pequeños vicios como la bebida y el juego. Sus habilidades como médico no tenían punto de comparación, su fuerza era leyenda, y su carácter también era bastamente conocido. Todo en ella dejaba marca profunda en quien la conocía, ya fuera un hueso roto o la secuela de un trauma perpetuo tal como el que Izumo y Kotetsu tendrían a partir de ese día.

¿Por qué entre tantos jōnin tenían que poner de capitán precisamente a él?

Los dos chūnin iban detrás del último ninja de Konoha con el que Kotetsu quisiera hacer, de nuevo, equipo para una misión. Peor aún, una tan larga como la que estaba a dos montañas de distancia.

Solo le quedaba resignarse.

Miró el paisaje. En otras ocasiones diría que no cambiaba, pero no se podía aplicar el comentario en esos momentos porque a medida que avanzaban, el verde que rodeaba su aldea natal fue cediendo su intensidad, dando paso a tonos amarillentos que gradualmente se convertían en rojizos y café. De primavera a otoño solo habían pasado algunos días en su percepción.

Pronto el otoño terminó, la última montaña que los dividía de su destino se impuso frente a ellos y subiendo, en menos de dos horas, su misión se alzaba de manera casi gloriosa frente a ellos, cubierta por una fina capa blanca propia de la primera nevada del año.

Un cerco de agua escarchada bordeaba la propiedad para mantener controlada, de cierta forma, algunas de las principales plagas. Luego de eso, se levantaba un muro de piedra blanca y por encima de este, las copas de algunos árboles apenas ocultaban el resto de la construcción.

La entrada se hallaba al este. Un puente techado de madera cruzaba el agua para llegar a la simulada isla donde otro portón de grandes dimensiones daba la bienvenida con una poco alentadora escalera que seguía para llegar a la cumbre.

Ahí, apostados en el vano de la puerta, un hombre entrado en años y dos guardaespaldas les esperaban con pocos ánimos. Hubo cortos, pero cordiales saludos y procedieron a guiarlos, a lo que los ninjas denominaban "paso civil", que era de poco alcance entre pisada y pisada, además de incluir un "educativo" tour sobre la historia de la casona a la que llegaban.

Empezaron con el recital de ocupantes desde su construcción, hacía no menos de quinientos años, por el señor feudal de Matsumaya, la primera gran remodelación por parte del Daimyō Azuchi y los que vinieron después.

A los costados de las anchas escaleras, los guardianes de piedra se mostraban imponentes, a Izumo nunca le habían gustado y su nariz arrugada lo reveló. Un par de templos menores se distinguían entre los tramos de jardín que en realidad eran secciones completas de montaña.

Ya sentían el frescor en el viento a medida que se acercaban a la casa principal, y la casi reconstrucción del señor Echizen Ohno tras la última gran guerra ninja en la explicación del hombre, se veían aliviados de cortar sanamente la elocuente conversación de quien ahora se enteraban, era el intendente del señor feudal.

Una pequeña plaza con árboles de cerezo, un último tramo de seis escalones y finalmente el acceso a la residencia de cinco niveles.

—Yamashiro-san —llamó el encargado, refiriéndose al líder que se ajustó los lentes oscuros y giró el rostro para poner atención —. En su visita pasada le mostramos el funcionamiento de las calderas que es lo más importante de su trabajo, pero quiero mostrarles las habitaciones y algunos detalles ahora que están los tres presentes.

El líder asintió y los otros dos solo sintieron que se les comprimía el estómago ¿Aoba tenía en su conocimiento el mantenimiento de las calderas?

Ciclo HórridoWhere stories live. Discover now