Epílogo El hilo rojo del destino

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—Tranquila ya casi llegamos —dijo a su esposa que se aferraba a él mientras se sujetaba el vientre abultado por su avanzado estado de embarazo.

La joven pelirroja emitió un gemido, pero en cuanto pudo ver, aún entre lo borrosa que era su visón, la pequeña aldea, sintió un enorme alivio. Su cabello, cortado con un cuchillo en tramos desiguales mucho más corto que el de su esposo, finalmente había dejado de moverse, pero su cuero cabelludo aún le dolía por los tirones.

Él sabía que algo muy extraño se respiraba en la aldea desde hacía tiempo, pero las últimas semanas había tenido que hacer un viaje de negocios y estando su esposa embarazada, preocupado por la llegada del bebé y los consiguientes gastos, había hecho el viaje. Pero apenas regresó y encontró en su camino una babosa gigante, corrió a su casa. Su esposa, envuelta en una demencial espiral hecha con su propio cabello, parecía como poseída e insistía en que solo lo esperaba para ir juntos al maravilloso lugar.

El cielo sabía que nunca había levantado ni siquiera la voz a su mujer, pero fue tal su pavor que le asestó un golpe con toda la intención de dejarla inconsciente. En ese momento solo pasaba por su mente la urgente necesidad de marcharse de la aldea.

Cerca del túnel de la entrada, su largo cabello rojo enloqueció con frenesí y se aferró como tentáculos a las luminarias de la calle, aterrado y desesperado, uso su navaja para cortar los mechones y salir de ahí.

Tenía parientes cerca de Amegakure, iría a ahí sin mirar atrás, y pediría ayuda a los ninjas, pero su prioridad era su esposa.

Debió cargarla prácticamente todo el camino, deteniéndose solamente para cortar el cabello que crecía vertiginosamente y a descansar un poco, eran un par de días de camino. Ella en un principio se resistió, pataleaba, gritaba como si tratase de matarla. Aunque para el atardecer se calmó, sumiéndose en un pesado sueño.

Podía ver la aldea, un campesino le vio y corrió a su encuentro ayudándole a sostener a la mujer que gritó en el movimiento.

—¡Ya viene!

El bebé nació un par de horas más tarde, acunado entre los brazos de su madre. La mujer lloraba, empezaba a ser consciente de lo sucedido y aunque un equipo ninja ya había ido en camino, algo en su pecho le decía la verdad sobre el destino de su familia. Su marido, conmovido, abrazó a ambos.

—No volveré a dejarlos nunca, ni a ti, ni a Nagato-kun.

Su madre siempre le había dicho que era una chica problemática, y quizás lo era, solía llegar muy tarde a casa y había empezado a fumar a los catorce, su primer novio lo tuvo casi al mismo tiempo y procuraba cambiarlo cada dos meses cuando menos, ...

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Su madre siempre le había dicho que era una chica problemática, y quizás lo era, solía llegar muy tarde a casa y había empezado a fumar a los catorce, su primer novio lo tuvo casi al mismo tiempo y procuraba cambiarlo cada dos meses cuando menos, no a propósito claro, siempre pensaba que era amor verdadero hasta que se aburría y encontraba otro amor verdadero.

Pero su madre estaba más loca.

Siempre le daba sermones sobre la dignidad y el honor del clan, las virtudes de las mujeres y otras cosas obsoletas.

Ciclo HórridoWhere stories live. Discover now