II

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Un nuevo día, el sol iluminando de lleno mi habitación, el cantar de los pájaros y el ajetreo de la calle principal. Sí, las desventajas de un departamento en medio de la ciudad; mi rutina comienza con un baño matutino, enjabono mi cuerpo dando leves masajes a mis hombros, el agua es helada, no es que sea un día caluroso, pero he despertado con una erección tan dura como una roca, o más... una bola de demolición. Suspiro, la noche anterior había soñado de nuevo con él, sus labios me recorrían el cuerpo, sus caricias eran tiernas, todo parecía tan malditamente real... Dios.

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8.25 y el restaurante tiene un lleno del 87%. El negocio tiene una excelente ubicación, permitiendo a trabajadores y estudiantes pasearse por un café y panecillos, dando un ligero desayuno para comenzar su día con energía. Las pláticas amenas de los adolescentes me reconfortan, provocando pequeñas sonrisas no muy comunes en mí. Escuchar involuntariamente sus sueños y anhelos me hace creer en la humanidad, que el mundo puede ser un poco mejor; tal vez desde mi posición no pueda escuchar muy bien de aquellos comentarios, pero lo que alcanzaba a escuchar reconfortaba mi alma.

Es la onceava vez que escuchaba el sonido de la campanilla, ¿sería conveniente quitarla? Escucho risas, y una en especifico, por su tono me provoca evocar un fragmento de mis tantos sueños; puedo verme tirado en el césped, rodeado de árboles con pequeñas copas, dejando entrar suficiente sol para mantener iluminado el lugar. Escucho el capoteo del agua y una voz a lo lejos... no sé qué es lo que dice, no puedo distinguir nada... y después me veo bajo el agua, al salir a la superficie escucho sus sonoras carcajadas; todo a mi alrededor se vuelve borroso... y es ahí cuando mi sueño termina, despertando en mi cama.

—Haru. ¿De nuevo soñando despierto? Algún día de estos quemarás todo el restaurante —suspira Makoto, mirándome con preocupación.

—Lo siento —murmuro antes de seguir cocinando los pedazos de langosta, tengo bastantes ganas de salir de la cocina y ver a aquellos que han entrado recientemente, ¿cómo será aquel que ha provocado que rememore uno de mis sueños? ¿Tendrá el cabello rojo? ¿Esos ojos intensos? ¿Será remotamente parecido a él? Pero... ¿cómo saberlo si ni siquiera lo recuerdo?

Suspiro frustrado regañándome, tenía que mantener la concentración, no quería un accidente, o que Makoto entrará de nuevo a la cocina advirtiéndome de mi descuido y de las estadística de incendios.

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—Nos vemos, Haru —se despide Makoto, hoy era de esos días en los que tenía que ir a la estación de bomberos, Nagisa se había retirado más temprano, alegando que su persona especial hoy estaría más temprano en la estación de trenes y quería encontrárselo "por casualidad" y tal vez acompañarlo hasta su casa.

Suspiro terminando de cerrar el seguro, acomodo la correa de mi mochila para comenzar a caminar, en dirección a la estación de trenes, solo, como todos los jueves.

—Ey, chico. Ven aquí —me detengo, miro a mi izquierda, un callejón se extiende oscuro, noto una sombra, tal vez de quien me ha llamado. Su cabeza sale un poco para que su rostro se ilumine, frunzo el ceño —. Acércate —insiste saliendo un poco más. Doy un paso hacia atrás con cautela, aquello no me daba buena espina; él se da cuenta de mis intensiones, sale por completo del callejón, trato de huir corriendo dándome la vuelta, pero mi brazo es apresado.

La oscuridad del callejón me envuelve, mi respiración es agitada,  siento una opresión cerca de mi cuello, algo puntiagudo que se presiona sobre mi piel sin llegar a atravesarla.

—Niño tonto. Dame todo lo que tengas.

—¿Qué?

—¿No entiendes? ¿Eres tonto? Dinero, cosas de valor, dámelo todo —su mano aprieta más mi brazo, causando entumecimiento por la falta de circulación.

"Y Si En Otra Vida..."Where stories live. Discover now