Residentes Del Polvo

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Todos somos residentes del polvo. Aguardando en nuestro interior la esperanza de despertarnos, de levantarnos... De no sentir más el dolor de una persona, de no ver una lágrima correr por un rostro. Cada día es un nuevo desafío, un nuevo miedo, una nueva tristeza que enfrentar.

Este poema no es escrito por mí, lo escribe mi corazón ensangrentado, lleno de heridas sin curar, de nostalgias por vivir. Con la pluma de mis dedos y al dictado de mi voz, se va escribiendo esta elegía con la tinta del dolor.

Con los ojos de la desesperación y la desesperanza miro hacia el futuro esperando una luz que guíe cada paso, que guíe cada sendero.

Todos los días son nuevas tormentas, con más relámpagos, truenos y fucilazos dentro de cada persona. Me ha tocado vivir en este mar furioso que no para de agitar sus olas para hundir al barco de la vida.

Luego de tanta lluvia, amanecer empapado es tan lógico como el ancla que se lanza cuando es necesario detenerse, cuando ya no se puede andar más. Estando asido a una flébil esperanza, a una flébil realidad.

¿Pero qué puede hacer el simple ser humano, si no somos más que residentes del polvo?

Nos domina la tanatofobia, los sentimientos inefables, la idea de solo pensar lo tan efímera que puede ser la vida, así como una ráfaga fugaz, así como esa hoja que el viento se lleva al pasar.

Esta vida es tan funesta, que podríamos pensar que nadie podrá calmar tanto dolor. ¡Oh Dios! Dános una esperanza, un alivio. ¿Será que mi cuerpo no produce endorfina? No demores más, reléganos del destierro de este lugar al cual no pertenecemos.
No permitas que sigamos siendo residentes del polvo.

La tierra aclama la sangre por el pecado de nuestras venas. Nunca es saciada su sed, nunca su avaricia acabará, aún sin tener espacio en ella para más. La tierra se ha vuelto el imán inexorable que nos arrastra con su fuerza magnética sin importar si somos positivos o negativos, sin importar el norte o el sur.

Mi mente no deja de pensar en las letras escritas por Ramón Luis. Son ciertas y a la vez inexplicables, son dolorosas pero a la vez aliviantes. Tanto egoísmo en un mundo donde se confunde la verdad con la mentira.

¿Cómo es que aún hay tanta gente que no percibe el peligro? Que teniendo una alarma roja en sus propios cuerpos, la ignoran, no sienten el estallido, no sienten la vibración, están ciegos, sordos, mudos. Es el secreto insólito que no es secreto, estando escrito en tantas paredes, con letras tan enormes como para disiparlas desde lejos.

Hoy dejo este escrito para recordar que somos residentes del polvo y que llegará el día en que la tierra aclame también por nuestras vidas. El día en que solo quedará esa mirada tenue, esa sonrisa discipada entre tanta oscuridad, esos labios inertes que ya no emiten ningún sonido.

Vivir cada día con el dolor, con la agonía, con la desesperación, todos son invitados en tu casa, aunque parece que quieren quedarse por siempre. Y de sorpresa aparece el peor invitado, la kenopsia de una persona que ya no está, que ya no es. Que sea el fago con quién duermes cada noche y que al despertar tengas a tu lado a la monotonía mirándote fijamente.

La vida es esa maldita ruleta rusa que hace de nosotros un hazmerreír, hace con nostros lo que le apetece, cobrando de recompensa una vida.

Resignarse, a tener que seguir viviendo a pesar del dolor. Resignarse a pesar de tener ese elipsismo que no te deja dormir. Resignarse a saber que cada elegía escrita, fue escrita para ti.

Lluvias de Silencio [En Curso]Where stories live. Discover now