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Dedicado a Nat_odc ♥

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Bennet se pone pálido de repente y aprieto mis dedos sobre los suyos en un intento por tranquilizarlo, aunque por dentro estoy celebrando su decisión. Mi coqueta interior eleva una copa de vino en brindis por este gran logro mientras se tiende en un chaise longue usando lencería cara.

Está feliz porque probablemente termine mi periodo de sequía sexual.

Ya era hora.

—Perfecto —murmuro. Relamo mis labios y sus pupilas se dilatan al seguir el movimiento. Deja su mirada fija en mi boca y sonrío un poco. Hay algo en su mirada cuando me observa de esta manera que me hace sentir como una diosa y esa sensación de poder y control es adictiva—. ¿Cuándo te gustaría... ya sabes?

Sus ojos suben a los míos y noto como su pecho sube y baja con una profunda respiración.

—Ehm... ¿hoy?

Me río un poco ante la esperanza en su voz.

—¿Desesperado, Benny? —Sus mejillas se sonrojan y no puedo evitar pensar en lo adorable que es—. Es broma. Por mí está bien hoy, pero en mi habitación no se puede. Comparto piso con otras tres chicas y son muy especiales en ese aspecto de invitar a más personas.

Y es verdad. Comparto piso con tres chicas: Johanna, Kim y Nessa. No somos las mejores amigas, pero me llevo bien con ellas, en especial con Kim, la más dulce noble de todas. Johanna, al contrario, es difícil de tratar, muy exigente, poco tolerante y con una paciencia casi inexistente. Nessa... ella pasa desapercibida la mayor parte del tiempo, no se mete en el camino de nadie y, mientras no la molesten, está de acuerdo con casi cualquier cosa.

Sin embargo, todas hemos decidido en conjunto no invitar a más personas sin previo aviso y sin recibir el visto bueno de las otras. Más que nada para respetar el espacio y la intimidad de las demás.

Me encojo de hombros a modo de disculpa, pero Ben sacude la cabeza.

—No importa, está bien. Yo vivo solo —susurra agitado.

No sé si el pobre está teniendo un ataque de pánico o solo está demasiado excitado ante la idea. Me gustaría creer que es la segunda opción... aunque no estoy del todo segura.

La mesera interrumpe nuestro intercambio cuando llega a dejar las dos botellas de agua y me mira no muy contenta.

—¿Algo más?

—La cuenta, por favor —digo con dulzura.

Blanquea los ojos.

—Son 3.98.

Veo a Bennet incorporarse para sacar su billetera, pero soy más veloz y dejo un par de billetes en la mesa antes de imitarlo y ponerme de pie. La chica los recoge y se aleja sin decir ninguna palabra más, con una mueca de fastidio en el rostro.

Tal vez debería dejar una nota acerca del servicio en el buzón de quejas...

—No era necesario —dice Bennet refiriéndose al dinero.

Lo miro y me encojo de hombros.

—No pasa nada.

La verdad es que nunca dejo que nadie pague por mí, porque ha habido casos en los que desean que les pague... de otras maneras. Me avergüenza decirlo porque está mal y nadie debería hacerlo si no lo desea, pero varias veces he cedido y después he terminado sintiéndome fatal. Ahora he adquirido este hábito para ahorrarme problemas y, aunque parece ser que Ben no es de este tipo de hombres, es difícil de deshacerme de una costumbre que ya tengo tan arraigada.

Cherry bombWhere stories live. Discover now