Epílogo

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EPÍLOGO

Un tiempo después.

El sol brillaba sobre la ciudad de Nueva York, las risas de sus sobrinos en el auto eran música para sus oídos. Miraba por su ventana el tan conocido camino. El auto se detuvo en la fachada que tanto conocía, bajó de este y su cuñado Josh, la ayudó con su maleta.

—¿Segura que no quieres que te acompañemos un rato? —dijo bajando la ventanilla del copiloto —Podemos llegar tarde al almuerzo de la madre de Josh.

El mencionado frunció el ceño mientras subía al auto haciendo reír a la pelirroja.

—Estaré bien— se limitó a decir para tranquilizar a su hermana.

—Bien si necesitas, no dudes en llamarme. Y si notas algo raro, bueno, el lugar estuvo en renta un tiempo, así que...

—No te preocupes, yo me encargo.

Sonrió y con un gesto de mano se despidió, el auto de su hermana desapareció dando vuelta hacia la calle principal. Amelia soltó un suspiro y dio vuelta para entrar al edificio, en la recepción se encontró con una pelinegra que recogía su correspondencia, tratando de ser amable le sonrió, pero solo recibió una mueca de su parte así que se apresuró a tomar el elevador hasta su piso.

Cuando estuvo frente a su puerta la abrió sin esfuerzo, está no tenía seguro, supuso que la agente de bienes raíces la había dejado así. Con cuidado entró al lugar encontrándose muchas flores, siendo específica, tulipanes blancos. Sonrió pensando que su hermana le había dado una sorpresa y que en cualquier momento estaría por la puerta principal, pero no fue así. Un sonido proveniente del cuarto alarmo a la pelirroja activando su plan de ataque y defensa. Caminó con sigilo por el pasillo hasta llegar hasta la puerta del cuarto, estaba a punto de agarra el pomo de la puerta cuando ésta se abrió del golpe dejando ver a un hombre de cabello castaño y ojos azules.

Este se sorprendió al verla dejándolo paralizado.

—¿Quién eres?, ¿cómo entraste aquí? —la chica pregunto y Sebastian rió por la ironía de la situación. Era lo mismo que él le había preguntado la primera vez que se le apareció en el baño.

—Tranquila— levanto sus manos —soy Sebastian, no pensé que fueras a llegar temprano.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la chica un poco más relajada, ya que había visto antes al hombre.

—Solo vine a dejarte unas flores como gesto de bienvenida— se encogió de hombros —¿Puedo ir a la sala?

Preguntó y Amelia asintió mientras lo veía avanzar por el pasillo.

—Tú fuiste el que me despertó— habló una vez estaban en la sala.

—Digamos que te ayudé— sonrió tomando si chaqueta negra —no quiero llevarme todo el crédito.

Le guiñó el ojo y Amelia sintió sonrojarse.

—¿Cómo entraste?

—Me enseñaste que siempre dejas una copia en la planta que está justo a un lado de la puerta— Sebastian señaló la puerta de entrada.

Amelia asintió, quedando el lugar en un silencio incómodo, algo raro en ellos -pensó Sebastian-

—Bien, entonces creo que es hora de irme— dijo Sebastian caminando hacia la puerta.

—Espera...— el ojiazul se detuvo y se giró para verla. —Yo-yo quería darte las gracias.

—Solo ayudaba, de verdad espero que te vaya bien Amy.

Amelia sintió las mariposas revoloteando en su estómago, por alguna razón la manera en la que él la llamaba la hacía sentir especial, a pesar de que él no era la única persona que la llamaba así.
Su instinto le decía que actuara, pero no sabía cómo.

—Nick me habló de ti, Sebastian— él le sonrió y ella lo miró directo a los ojos —Me contó todo lo que le dijiste, y por más que trato de recordar solo pequeños manchones de la historia pasan por mi cabeza.

—No tienes que forzarte a recordar— abrió sus manos señalando el lugar —Estando aquí puede que tu memoria vaya recuperando lo que vivimos.

—Como el haber manchado mi mesa de centro— Amelia señaló la marca que había en la pequeña mesa de sala, Sebastian rió recordando su insistencia por usará el portavasos.

—Lo siento.

—Descuida...

Ni Amelia ni Sebastian supieron en qué momento sus cuerpos se fueron acercando, no hasta estar a milímetros de distancia sintiendo la reparación del otro. Sus miradas se encontraron, el azul cautivando al verde y el verde al azul. Sebastian fue el encargado de que ese microespacio entre ellos se acabara, sus labios se tocaron por primera vez, suaves y dulces con un ligero sabor a naranja y toques de canela, besarla era tocar el cielo.

Buscando aire para sus pulmones se separaron, un sonrojo notorio se miraba en el rostro de la chica.

—Lo siento yo...

—Está bien, no se sintió incorrecto.

Sebastian sonrió.

Ambos se quedaron mirándose uno con el otro, nada ni nadie podría sacarlo de aquella pequeña burbuja en la que estaban. El olor a los tulipanes invadió la nariz de Amelia.

—¿Como sabías que eran...? —miró confundida al ojiazul mientras caminaba hacia las flores.

—¿Tus favoritas? —no podía apartar su vista de ella —Tú me lo dijiste, cuando, cuando te desvanecías.

—Oh.

—Entonces, ahora sí, creo que es hora de irme— realmente no quería, no quería irse y mucho menos dejarla sola.

—Quédate— pidió ella como si pudiera leer su mente. —Me refiero a... que te... invito a comer

Sonrió y la felicidad que Sebastian sentía por dentro lo haría estallar.
Gustoso aceptó la invitación con la condición de que él pagaba. Dejaron las cosas de Amelia en el departamento y salieron para buscar algún lugar para comer, decidieron tomar las escaleras topando con la vecina Izzy, la chica los miro con el ceño fruncido.

—La encontraste— la chica lo miraba con una sonrisa, como si nunca hubiera intentado nada.

—Lo hice— Sebastian sonrió mirando en dirección a Amelia quien veía la escena algo confundida.

Ambos siguieron su camino hasta la salida del edificio, perdiéndose entre la multitud mientras Sebastian le contaba de su propia voz todo lo que habían pasado, mientras ella le prestaba la atención del mundo. Le gustaba la forma en la que hablaba, la pequeña barba crecida en su rostro, los ojos azules que la miraban para contemplar su expresión, Amelia se sentía en casa con la compañía de Sebastian y le gustaba sentirse así.

Fin.


Como si fuera cierto | Sebastian StanHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin