No hace falta que me explique más, con saber que se atrevió a dañarla me basta para querer volverle polvo los huesos a ese maldito traga mierda. Aprieto los puños, en el intento por tranquilizarme, Niall detiene mi arranque de decirle a Alí que se desvíe hacia la calle que da a la residencial donde se encuentra ese malnacido.

—Ahora no, Elijah. —murmura el irlandés pero lo ignoro. Acompaño la respiración con la frialdad que me generan mis propios pensamientos. Mis abogados comienzan a discutir sobre mis términos legales, la comisión me debe los años que pasé encerrado sin posibilidad a fianza o siquiera visitas en Afganistán.

El olor de la sangre me llama, voy a deleitarme tanto con el sabor que produce la venganza...

Y eso no entra en discusión.

[...]

La blindada se abre paso entre las verjas negras que se abren dándonos paso a la mansión semejante a un castillo de aquellos ambiguos que a Grace tanto le gustaban cuando era mi pequeña bebé.

Diviso a las personas que aguardan por nosotros sintiendo en cosquilleo inminente que me provoca en las manos. Denoto la máscara de frialdad que emana de mi rostro, aprieto los dientes conteniendo las ganas de estrellar al conductor contra el volante hasta que se digne a avanzar.

Podría llevarme otros siete años encerrado en este automóvil a la velocidad que vamos.

Los de seguridad bajan las armas con asombro en cuanto la camioneta se detiene. Niall es el primero en bajar, después mis abogados y espero mi momento

—Me tienen de vuelta, reverendos hijos de perra.

Desabotono correctamente el saco de mi traje optando la posición de elegancia que tanto había echado de menos. Veo al hombre emerger de entre los mercenarios de la hermandad que sueltan un jodido grito que llena de completa satisfacción mis sentidos.
Todos demuestran el agradecimiento hacia el castaño quien al ser miembro y uno de los jefes de la organización, también le guardan respeto.

Sin embargo, la máxima autoridad aquí sigo siendo yo.

Se hiede la testosterona, lado una media sonrisa cuando comienza a acercarse, manteniendo esa postura rígida que lo caracteriza. Ese semblante sombrío y endurecido, sin duda nos parecemos.

Efraín Ballard destila terror, pero este en cuanto me ve, no duda en estrecharme en un cálido y reconfortante abrazo bajo los alaridos y algarabía de la multitud de mercenarios que nos rodea.

Luciendo como peluches de felpa que poseen ametralladoras como accesorios, cuchillos como juguetes y tatuajes como pintura infantil.

—Desgraciado imbécil malnacido hijo de... —no termina la frase pues está tan concentrado en abrazarme y palmear mi espalda que me causa gracia su cursilería.

—Sí, sí, no puedes vivir sin mí. —bromeo y este solo golpetea mi rostro juntando su frente con la mía.

Efrain tiene los ojos empapados, la última vez que lo vi así, tan vulnerable fué durante el funeral de Shane...

—Me alegra tanto que estés de vuelta, hijo. —me abraza nuevamente.

—Y a mi. —susurro solo para nosotros.

Si bien los Ballard somos semejantes témpanos de hielo, personas de mierda hechas humanos, solo nos permitimos esta clase de muestras de afecto entre nosotros.

Por la familia se elimina incluso hasta el más mínimo distractor.

Me alejo del hombre dándole paso a los demás miembros importantes de mi organización. Después de mi padre, son ellos los líderes de los rangos menores.

𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 #𝟏 |njh| © Where stories live. Discover now