—Una excursión es una buena idea —dijo ella con rapidez y él dejó escapar una risita.

La verdad era que tenía otras alternativas, pero ninguna le apetecía tanto.

Además, pasar todo un día juntos podía ayudarlos a ver su relación desde otra perspectiva.

¿Qué perspectiva?, se preguntó mientras se daba una ducha.

Solo habían pasado nueve días desde que se mudó y ya compartían la misma habitación y la misma cama. ¿Qué decía aquello de ella? ¿Que era débil y vulnerable?

¿O que estaba disfrutando de los buenos momentos de su relación?

Nada de eso era verdad, se respondió mientras se ponía unos vaqueros y unas zapatillas.

Había una parte de ella que quería bloquear el torbellino que la reaparición de Georgia había causado. Desde luego, la mujer había sido de lo más oportuna. ¿Lo habría hecho a propósito para destruir cualquier oportunidad que pudiera conducir hacia una reconciliación verdadera?

¿Era ese su propósito? Dios santo, ¿tan desesperada estaría?

Anahí no quería seguir pensando en ella por lo que agarró un jersey y bajó las escaleras. Tenía toda la intención de disfrutar del día sin pensar en nada ni censurarse por nada.

Alfonso la llevó por la autopista del oeste hacia Katoomba. Pararon en uno de los pueblos del camino y compraron bocadillos, fruta, agua y siguieron su camino a través de valles. Cuando llegaron a un desvío que conducía a una cascada pintoresca, decidieron tomarlo para parar a comer.

Alfonso sacó una manta del coche y la extendió sobre la hierba. Se sentaron allí y comenzaron a comer en silencio.

Hacía frío, mucho más frío que en Sidney. La paz y la tranquilidad que se respiraban en aquel lugar eran un verdadero contraste. Casi se podía oír el silencio más allá del ruido de la cascada.

La soledad era completa y la belleza del lugar la invadía. Anahí acabó su bocadillo y tomó una manzana.

—Gracias —dijo con tranquilidad.

—¿Por traerte aquí?

—Sí.

Podía sentir que la tensión de las últimas semanas comenzaba a disminuir y un sentimiento de paz la inundaba. La ciudad parecía esta muy lejos, igual que el estrés de cada día, las llamadas de Enrique... Georgia. Incluso la confrontación con Alfonso parecía haber desaparecido.

Alfonso cerró la botella de agua y se estiró. Sus vaqueros moldeaban sus muslos a la perfección. Llevaba un jersey de lana gorda que acentuaba la anchura de sus hombros y la musculatura de su torso.

Anahí se acabó la manzana que estaba comiendo y se puso de pie.

ReconciliaciónWhere stories live. Discover now