~ 4: Matt ~

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«Tenemos que hablar. URGENTE»

Eso era lo que decía el mensaje de Selena al día siguiente de la fiesta en su casa.

Luego de que Mirsha hubiese salido al hospital, llamé a su casa y no me sorprendió que contestara al segundo tono.

—Matt... —empezó ella.

—Lo sé. No me gusta la idea tampoco, Selena, pero no puedo hacer nada.

Esperé un par de segundos en la línea antes de que volviera a decir algo más.

—¿Podemos vernos? —preguntó casi en un susurro—. Cátsup está justo aquí.

—¿Y qué?

—Te juro que esa gata me da miedo... Siento que entiende todo lo que digo.

Justo cuando lo dijo, mi mente proyectó una imagen de ella, parada junto al teléfono, y de la gata, observándola fijamente desde el respaldo de uno de los sillones.

Me dije que solo estaba paranoica, pero luego de todo lo que sabía y de lo que había sentido la noche anterior, tuve que estar de acuerdo en que no exageraba.

Poco después de que la fiesta terminó pude notar el momento en que el limbo se abrió por completo. Algo cruzó a este mundo; algo grande. Luché por cerrar el limbo de nuevo y, si bien lo logré, no pude evitar que una pequeña parte de la esencia del príncipe volviera a él.

Un recuerdo. Lo supe cuando mencionó la fiesta de máscaras. Me dije que no era problema; era solo una imagen que no daría complicaciones a largo plazo, pero entendía la preocupación de Selena. Alguna vez había llegado a temer también que la gata fuese un Animalia, pero lo descarté luego de haberlo comprobado unas diez veces.

Quedé de encontrarme con ella en el mismo Starbucks donde habíamos hablado tantos años antes. El mismo lugar donde, sin quererlo en realidad, ella comenzó a adentrarme en su mundo.

Era incluso la misma mesa, me dije cuando la vi sentada, escribiendo en una computadora portátil mientras esperaba por mí. Sus ojos no miraban el teclado o la pantalla, sino la libreta que yacía abierta en la mesa frente a ella.

Como aquella vez, un frappuccino medio vacío se encontraba junto a su libreta.

—Matt —dijo por saludo cuando me vio.

Me senté frente a ella y la observé guardar su laptop y cerrar la libreta.

—Lo sé, también me preocupa todo esto.

—Ya es demasiado. Algo sucede en Arlan —insistió—. No solo con Mirsha.

—¿Por qué lo dices? —pregunté, temiendo que de alguna forma pudiese haber sabido sobre el rey.

No había vuelto al palacio desde hacía más de dos semanas, pero tuve noticias de que Darius había pasado un par de días en la enfermería. Más por órdenes de Philippa que otra cosa, pero de cualquier forma era una idea preocupante si no se tenía contexto.

Apretó los labios y, luego de parecer dudarlo por un momento, extendió su brazo al frente, levantándose la manga y enseñándome tres arañones en su antebrazo.

—¿Qué rayos te sucedió? —me sorprendí.

—Fue Cátsup.

Alcé una ceja con incredulidad. Sabía que Selena y la gata no se llevaban bien, pero Cátsup no le había hecho algo como eso a ella jamás.

—¿Por qué?

—No sé —respondió encogiéndose de hombros—. Me gustaría decirte que fue una coincidencia, pero ni siquiera estaba cerca de ella como para haberla provocado...

Cuentos de Arlan III: La CreadoraWhere stories live. Discover now