Capítulo 40: Siempre a tu lado

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Espacio.

Me quedé petrificada delante de la habitación 529. Lindsay a mi lado. Sus piernas temblando, tanto o quizá más que las mías. No sabía porque ese miedo tan repentino. ¿Tenía miedo de que al otro lado se encontrara...? No, no, eso no podía ser.

Tenía el pelo suelto cayendo por mi espalda como una cascada. Metí mi mano en el bolsillo izquierdo de mis pantalones y cogí una goma para recogerme el pelo. Lindsay seguía a mi lado con los ojos fijos en el número. No tuve más remedio que hablar. Mi destino era esa habitación, lo quisiera o no, y la única que podía resolver el enigma de lo ocurrido era ella.

- Perdona, Lindsay... ¿tienes que entrar en esta habitación?-mi voz se entrecortaba después de cada palabra que pronunciaba, no podía hablar.

- Sí, cariño. Pero no quiero. No se si tengo fuerzas para verlo.

- ¿Ver a quién?-le pregunté; mis ojos húmedos. Tenía ganas de llorar por alguna razón.

- Mi hijo... mi hijo ha muerto. Y está aquí dentro.

- ¿Sería un entrometimiento si te preguntara su nom...?-la puerta de la habitación se abrió y un enfermero que salía en ese momentó se sobresaltó en cuanto nos vio. Entonces, reconoció a Lindsay y le dijo:

- Lo siento mucho, señora Tyler...-al escuchar Tyler mi mente se detuvo y no conseguí retener más información sobre lo que el enfermero decía. Mi peor pesadilla había ocurrido. Tenía el presentimiento de que algo horroroso iba a pasarme pero de ninguna manera pensé que John había muerto. No podía ser cierto.

Aparté con los brazos a la madre de John y al enfermero que continuaba hablando con ella y cogí el pomo de la puerta con fuerza y lo giré con un gran giro de muñeca. La abrí con fuerza y dio un portazo contra la pared. Total, nadie sería capaz de escucharlo dentro de la habitación. ¿Qué importaba ya?

Corrí hacia la cama y allí estaba, tumbado. De no ser porque su corazón ya no palpitaba y su pecho ni subía ni bajaba al ritmo de su respiración, nunca habría dicho que mi amigo había muerto.

Era guapísimo, y siempre iba con una sonrisa en su rostro. Lo miré detenidamente y vi que sí podría ser que él hubiera muerto, pero por alguna razón lo había hecho feliz. La sonrisa seguía pintada en su cara y aún se notaban los hoyuelos que se le hacían a cada lado de las comisuras de los labios cuando lo hacía.

Me acerqué a él poco a poco. Estaba triste, claro que lo estaba, aunque las lágrimas no consiguieron brotar de mis ojos. Fui valiente. Lo miré y sonreí. Ver su última sonrisa me hizo más fuerte.

Solo quedaba una incógnita sin resolver. ¿John, qué te ha pasado? decía mi mente una y otra vez. El enfermero y la madre de mi amigo entraron por la puerta. Lindsay llorando fuertemente al ver a su hijo, ahora fallecido. El rostro de ella lo decía todo. Estaba sin arreglar, el cabello alborotado como si no se hubiera peinado en días, y probablemente no lo había hecho. Tiene que ser muy duro perder a un hijo.

Yo perdí a una madre, pero, cuando una madre pierde a su hijo, que ha estado durante nueve meses en sus adentros y todos los años posteriores con él o ella, tiene que ser un golpe muy fuerte. Lindsay daba la impresión de que nunca volvería a ser la misma de antes. No la conocía aún, pero me transmitía paz y tranquilidad saber que aún quedaba algo de mi amigo en el mundo.

En cuanto el doctor me vio tan cerca de John me preguntó:

- ¿Por casualidad tu no serás Lina, verdad?

- Sí, soy yo-conseguí decir ya más tranquila.

- Me alegro de que hayas tomado la decisión de venir aún sin saber a qué venías. Tengo algo para ti.

- ¿Qué le ha ocurrido a John?

- No quiero ser yo el que responda a tu pregunta. Quiero que el que lo haga sea él -se acercó a la mesita de noche que había junto a la cama donde ahora yacía John y cogió un sobre azul claro en el que ponía: Para Lina. Porque sé que vendrá.

Mis dedos empezaron a temblar de nuevo. El doctor me tendió la carta y mi mente no paraba de dar vueltas y de pensar: Esto ha estado en manos de John durante los últimos minutos de su vida. Es lo poco que me queda de él. Lo miré a los ojos, los cuales no expresaban ningún sentimiento. Ser médico debía ser un trabajo difícil. Más cuando cosas como éstas pasan. Me hizo un gesto con la cabeza que quería decir que abriera el sobre de una vez y eso fue lo que hice. Quizá antes había sido fuerte, pero ver la caligrafía de mi amigo me entristeció tanto que mis ojos se bañaron en seguida. Nada más que me quitaba las lágrimas de la cara como podía con el brazo. Y esto es lo que la carta decía:

"Hola, Lina. ¿Cómo te encuentras? Pff... si estás leyendo esto es porque tu guapo amigo John ya no está aquí y se ha ido a un lugar mejor, donde sus sueños se harían realidad, como ya te dijo en un mensaje cutre de Whatsapp.
¡Uy! ¡Si John soy yo! Madre mía, si es que ya la cabecita esta que tengo se está empezando a escacharrar.
No puedo decirte más que todo lo que te dije en el mensaje a parte de gracias, gracias y gracias por todo. Bueno, y que te amo y que te amaré siempre esté donde esté.
Quizá no esté en el mundo de los humanos. Puede que cuando desaparezca sea un pájaro (piu, piu), o un fantasma (¡buuuu!), o una preciosa mariposa que te siga a cualquier parte del mundo con tal de estar contigo. Quizá mientras leas esto en la habitación del hospital (habitación 529 si no recuerdo mal) estaré a tu lado observándote. Viendo como lloras por mi muerte (ahora es cuando lo lees y dices, ¡habrá muerto, pero ha muerto igual de gilipollas y feliz que cuando estaba vivo!) y viendo como ríes recordando los momentos que hemos pasado juntos. Pocos, pero intensos.

Sé que nadie te ha dicho nada sobre lo que me ha ocurrido, y si lo han hecho, no te preocupes que me encargaré de que mi ejército de mariposas los mate a pistolazos de polen. Así que creo que es hora de que sepas la verdad. Nunca te dije nada porque pensé que sería lo mejor. ¿Para qué vivir el resto de lo que me quedaba de vida sufriendo porque mi enfermedad me mataba por dentro? No quería. Y menos después de encontrarte.
He tenido cáncer de páncreas desde hace muchísimo tiempo. Iba a durar menos de lo que pensaban los médicos pero mira por donde, aquí seguía yo dando guerra. ¡Y sin terapia! Me considero un auténtico héroe, y siento ser creído.

No quiero que le des más vueltas al tema de mi enfermedad y me gustaría que fueras feliz a partir de ahora con Mike. Es un buen tío. Cuídalo y cuídate tú también por supuesto. Gracias de nuevo por todo y... te amo.

Te lo dice con amor una pequeña pero preciosa mariposa que surcará los cielos para encontrarte y estar contigo siempre. Siempre a tu lado."

Siempre a tu lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora