🈸

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-Buenas...noches, -tembló mi voz nerviosa, al tiempo que asomaba la cabeza entre los barrotes- ¿A quién pertenece esta imponente mansión? A lo lejos, una figura negra se escurría entre los abedules del jardín de la finca camuflándose con la oscuridad. Cambiaba de tamaño a medida que se acercaba hacia mí; al aproximarse a la luz de una farola, ésta dejó al descubierto a una alegre anciana de baja estatura; para mi sorpresa, el portón emitió un chirrido agudo al retirar una pesada aldaba y me invitó a pasar. Una vez dentro, tomé asiento en una desvencijada silla de madera que crujió bajo mi peso. Ella se sentó frente a mí. Más arriba, casi sobre nuestras cabezas, una bombilla hacía pobremente su mejor esfuerzo por esfumar la espesura de la noche y aclararnos el rostro. Luego, la vieja acercó sus enormes ojos de sapo con gafas para inspeccionar los míos. Con solo tres dientes frontales y un aliento a tabaco pudo articular: -La casa perteneció a mi esposo, un héroe que luchó por los derechos de los obreros, eso al gobierno no le gustó. Apreté los labios y aflojé la corbata; después de un suspiro, dije: -Y por eso, ¿Lo mataron? -Nos mataron. Concluyó

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