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Caminé sobre el piso lleno de lava y al sentirme observada noté que sus ojos clamaban piedad, mis manos no paraban de temblar, al saborear mi boca sentí sus entrañas en ella. Nuestros gritos eran mudos, nuestros rastros eran sangre y fuego; creí soñar con los ojos abiertos. Susurraron mi nombre. Desperté, pero efectivamente me había vengado.

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