16. Mi primera cita (spoiler: mando a mi cita al hospital)

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—Para que no te enfermes —explica en un susurro que me hace soltar un pequeño suspiro.

Me quedo como idiota viéndolo mientras que mis mejillas se calientan y las estúpidas mariposas zombies que han revivido gracias a la lluvia intentan molestarme en la garganta, pero me las trago al instante. ¿En serio? ¿Solo por cubrirme con el mantel me he puesto así? Agh, en primer lugar, ¿por qué Edward es tan lindo? No ayuda en nada a mantener mis sentimientos bajo control ni mis pensamientos en orden. Son este tipo de acciones las que hace que me confunda y no me gusta. Alguien dígale que deje de ser tan lindo.

Bajo la vista hacia mis piernas porque no puedo seguir sosteniéndole la mirada y agradezco que mi cabello mojado se ve lo suficientemente largo para cubrir una parte de mi rostro, de lo contrario él podría ver que me ha dejado sonrojado, otra vez. Si le pagaran por cada vez que me deja de este modo, se haría el doble de rico.

—Gracias, Edward —mascullo.

—De nada, mon soleil —murmura, pasando una mano por mi cabeza, sobre el mantel.

Trato de apaciguar la explosión rojiza de mis mejillas repitiéndome que solo está siendo un buen amigo. Al no conseguirlo, tomo el mantel para cubrirme mejor y aunque estoy a punto de decirle que podemos compartir el mantel entre los dos, me detengo porque eso implicaría que estemos cerca. Demasiado cerca. No quiero estar en una distancia muy pequeña junto a él y no es que me desagrade, solo que mi corazón se acelera y me hace hacer cosas de las cuales no me arrepiento, pero quisiera hacerlo. El sentimiento de culpa por no sentir culpa (vaya lógica) me va a consumir con lentitud.

—¿Tú cocinaste? —curiosea, haciendo que mi atención vuelva a él.

Regreso la mirada a Edward y lo encuentro alzando uno de los cupcakes, inspeccionándolo.

—Nope, mi mamá —respondo con sinceridad—, pero ayudé mucho, así que básicamente cociné también —intento darme algo de crédito pese a que solo corté las frutas y hacía tareas mínimas como pasar los ingredientes—. ¿Tú sabes cocinar?

Asiente con la cabeza.

—Me gusta la repostería.

Deja el cupcake sobre una de sus piernas en tanto dirige su atención a mí. Sonrío por su respuesta porque recuerdo que cocinó un pastel para Kim y papá. La idea de Edward cocinando algo para mis papás y para mí me parecía tierna, puedo imaginarlo con la ropa manchada de harina al igual que su rostro, qué linda imagen mental. El pastel de aquella vez sabía delicioso y estaba perfecto como todo lo que hace él.

Por cierto, ¿hay algo que Edward no haga bien? Me fastidia tanta perfección de su parte. Bueno, no me fastidia, pero si me agradaría saber si hay algo en lo que no es bueno.

—Escritor, inteligente, repostero, ¿qué más? —juego, provocando que suelte una risita.

—Te faltó buen besador.

—Y engreído —añado.

—No olvides coqueto, dulce, amable, divertido y fantástico —agrega y ruedo los ojos. Menudo egocéntrico.

—No te escucho, la música está fuerte.

Señalo la bocina, en la cual no está sonando nada porque desconecté mi celular para que no se descargara tan rápido. Edward arquea sus cejas, en plan really, Alfalfa?

—Sin olvidar que sé hablar tres idiomas, bueno en matemáticas y sé manejar el paquete office —continúa enumerando sus habilidades con sus dedos, ignorando mi intento por hacer que guarde silencio.

¿Ven a lo que me refiero? Agh, no hay nada que no sepa hacer, hasta para coquetear es bueno. Tomo una de las servilletas de la canasta y se lo lanzo a su rostro.

Una perfecta confusión Where stories live. Discover now