Capítulo 41: Anhelos

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Ahora que el profesor se había marchado, en la habitación sólo se escuchaba el pitido rítmico del monitor de signos vitales; un sonido que indicaba que Yaoyorozu no había muerto por una estupidez.

Shoto se limpió las lágrimas que se le habían desbordado e inspiró estremecido ante aquella posibilidad. Estaba muy fría... y muy pálida. Casi no parecía ella. Apretó más su mano sana y activó su singularidad para darle calor. Tenía dos mantas cubriéndola y a pesar de todo estaba helada. Había perdido demasiada sangre y, por lo que había entendido de Recovery Girl, si seguía viva era por su singularidad.

Él ni siquiera había actuado como se esperaba de un héroe. Se suponía que reconocer el estado de los heridos era algo primordial en su profesión, pero él se había venido abajo en cuanto la afectada fue alguien importante.

Tenía que haber revisado la herida del costado, pero no lo había hecho porque sólo parecía una herida abierta. Era el brazo el que había atraído toda su atención y lo decía tanto por Yaoyorozu como por él. Pero la tenían que haber revisado.

No pudo evitar llevarse una mano temblorosa a la frente cuando pensó en la ambulancia. Recovery Girl tenía razón: a los heridos no había que moverlos, pero él lo había hecho en cuanto ella le dijo que tenía frío. Había sido muy negligente en su actuación. Se había alterado tanto que había actuado sin pensar y eso casi había supuesto un desastre para ella. Incluso le había dicho que le costaba respirar, pero no había pensado que la herida del costado pudiera ser tan grave. Se lo había achacado a que se estaba desangrando y, sin embargo, podría haber provocado un final trágico por haber actuado como no debía hacerlo.

Desde luego, se merecía el suspenso del examen de licencias y con razón.

Miró su brazo vendado suspendido por el arnés. Sabía perfectamente lo que había ahí debajo: una cicatriz de bordes irregulares desde la muñeca hasta la axila. Una horrorosa cicatriz tan visible como la suya. Yaoyorozu era una chica preciosa. Era un hecho para todo el que la viera que sería la clase de heroína que no sólo se ganaría la vida con su trabajo, sino que haría una fortuna siendo el rostro de un montón de anuncios.

Y él la había dejado marcada... por su impaciencia. Porque no había sido capaz de esperar unos días más para controlar su singularidad antes de quedar con ella.

Apretó más su mano con cuidado de no tocar la vía.

Iba a odiarle.

—Lo siento —susurró sobrecogido—. Lo siento mucho...

Iba a odiarle y estaría agradecido si la única consecuencia fuese que no volviera a hablarle. No podría lidiar con la animadversión de Yaoyorozu. No podría aguantar que le mirara con desprecio.

Se le encogió el pecho al pensarlo. Era algo que le generaba una seria confusión. A un nivel lógico le costaba entender cómo algo tan reciente podía escalar tanto en su lista de prioridades. Yaoyorozu estaba en lo más alto, junto con su meta de ser un héroe y sacar a su madre del hospital. Y era algo que había surgido en escaso mes y medio.

Por eso, aunque intentara mentalizarse de que ese accidente retrocedería su relación a lo que era dos meses atrás, sabía que no era cierto. Ya no podía verla como una simple amiga; no quería que fuese una simple amiga. Ansiaba una relación con ella, pero por su impaciencia había perdido toda oportunidad de tenerla.

Shoto percibió que el ritmo de los pitidos había ido ralentizándose desde que la llevaron a la habitación. No era algo perceptible al momento, sino que fue algo comparativo con el paso del tiempo. Miró el monitor y comprobó que el número de pulsaciones por minuto había bajado. Le tocó el rostro por reflejo y comprobó que seguía fría... incluso más fría que antes, diría. Seguía perdiendo calor y por eso sus pulsaciones continuaban bajando.

El resultado del examenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora