Capítulo 33: Conversaciones imprecisas

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Momo miró el reloj por enésima vez. A esas horas, normalmente Todoroki y Bakugo volvían de sus clases extras para la licencia provisional. Por eso, debería moverse e ir a esperarle para hablar con él, pero sus piernas no querían obedecer. Había pasado dos días angustiada y se suponía que no quería seguir en ese estado. Pero a la hora de la verdad, tampoco se atrevía a enfrentarse a él.

No era sólo por sentirse descubierta —que era bastante—, sino porque también había tenido la mala educación de dejarle tirado en un pasillo con las palabras en la boca y no había vuelto ni a mirarle. Cierto era que la conversación era desagradable para ella, pero debería haber mostrado más respeto por él.

Tenía que empezar por disculparse, y luego, seguir con la explicación de cómo una conversación en la que creía hablar de ser compañeros de pupitre había terminado siendo la confirmación de su relación.

Gimió avergonzada. ¿Cómo había acabado metida en algo así? Sin embargo, algo tenía que hacer. Se veían todos los días; no podía esconder la cabeza en un agujero y hacer como si no hubiera pasado nada.

Suspiró y se puso en pie. Se quedaría en el salón hasta que llegaran y le pediría hablar con él. Era lo más sensato que podía hacer.

Cuando bajó a la planta baja se extrañó por verla vacía a esas horas. Pero sólo fue la primera impresión, comprobó unos segundos después cuando escuchó una voz. En una de las mesas del comedor se encontraban Uraraka y Midoriya haciendo deberes. A Momo le pareció raro que él aún los tuviera pendientes cuando —al igual que ella—, era de los que los hacía la misma tarde en que terminaban las clases, pero quizás los había dejado para ese día si tenía planeado estudiar con Uraraka.

—¿Sabéis si han vuelto Todoroki y Bakugo? —les preguntó tras saludarlos.

—Han llegado hará como unos diez minutos —le informó Midoriya—. ¿Los necesitabas para algo?

—Era sólo por saber... —contestó desprendida, y miró los cuadernos que tenían sobre la mesa—. ¿Ésos son los ejercicios de matemáticas del otro día?

—Ah, sí... Uraraka me pidió que se los explicara.

—No los entendí muy bien —se disculpó ésta con una sonrisa nerviosa.

Momo no podía culparla; a ella también le habían costado en un inicio.

—¿Quieres quedarte a estudiar con nosotros? —le propuso Midoriya.

Una propuesta muy sugerente; no sólo porque le encantaba estudiar, sino porque le daba la excusa de postergar su cometido.

Pero miró a Uraraka que se había quedado con la respiración contenida y supo que no era bienvenida.

Sonrió internamente.

—Hoy no puedo —se excusó—. Quizás otro día.

Midoriya tampoco pareció muy preocupado por no unírseles a su pequeño grupo de estudio. Y Momo pensó, divertida, que si tanto querían estudiar solos, deberían hacerlo en la habitación de uno de los dos. Así nadie los molestaría. Pero imaginaba que estar en una zona pública les daba cierta seguridad. No había nada sospechoso en que dos compañeros estudiaran juntos para resolver sus dudas... a diferencia de lo que les había pasado a Todoroki y a ella con sus entrenamientos furtivos.

Se giró con intención de marcharse de allí, pero no había dado ni un paso cuando se le ocurrió echarle un cable a Uraraka. Los observó, uno enfrente del otro, en silencio a la espera de que los dejara solos.

Y sonrió.

—¿Estás bien estudiando ahí? —le preguntó a Uraraka.

Ella se tensó y la miró desconcertada.

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