cuarenta y seis; Kent

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—Bien, papá ya accedió a regresar a Jeremy a la casa. El perro y el gato no se han separado de su lado, de cierta forma... Creo que se están cuidando — informo, con una media sonrisa sobre mis labios— ¿Cuándo vas a regresar tú?

—No sé, el hotel está bien. Le he dicho a tu papá que quiero darles tiempo, para que se conozcan. Todavía no estoy lista para afrontar tales acciones.

Confieso que todavía no estoy de todo satisfecho con mi mamá. Sé que actuó por sus traumas, pero siento que no era una justificación. El hecho que sea lesbiana me tiene un poco desconcertado, definitivamente no me molesta, porque al final es ella quien vive su vida...

Tengo tantos sentimientos encontrados que soy incapaz de describirlo, es como un torbellino que todavía está causando desastre, mezclando todos mis pensamientos, que el desastre todavía no se termina.

Después del almuerzo con mi mamá en un bonito restaurante la llevo devuelta al hotel para que pueda descansar. Aunque intenta minimizar sus sentimientos, se nota que está pasando por problemas debido a que su maquillaje no está perfecto y su peinado no pulido, con algunos mechones sobre su frente.

Mamá me sujeta de la barbilla con fuerza antes de depositar un sonoro beso en mi mejilla. De hecho, fueron tres... Cuando me detengo de contar.

Aprieto el volante con la mano izquierda, pensando en qué hacer, tal vez mi osita tenga algo entretenido para hacer. Saco el celular del bolsillo de mi pantalón, enviándole un mensaje a ella que no le llega, como mis otros que le he enviado en días anteriores, por lo que estoy confundido.

¿Por qué ella no me ha respondido? Solo me preocupa, porque necesito saber cómo está ella. Si ya comió, si ya durmió, si ya...

Le doy un golpe al volante por mi caos interior ¿En qué demonios es lo que estoy pensando?

Conduzco hacia mi casa con una alta velocidad, el portón se va abriendo cuando el portero se percata que estoy cerca. Continuo por el pequeño jardín de mi casa hasta llegar a la cochera, donde presiono un botón para que se abra la puerta. Estaciono entre dos autos, apago el motor y me bajo.

Camino hacia la otra entrada de la casa y cuelgo las llaves en la pared.

De las señoras que conforman el equipo de limpieza se acerca a mí apresurada, preguntándose si necesito algo. Sacudo la cabeza negativamente.

—¿Jeremy está en su habitación?

—Sí, ahorita va a venir el relevo de la otra enfermera. Está en la habitación, ya sabe que su papá no lo deja ni cambiar el canal de la habitación sin ayuda —la señora agacha la mirada, ahogando una carcajada—. Ay, disculpe. Es que se ve que su abuelo odia todos las atenciones que está recibiendo.

—Sí, no te preocupes, iré a verlo.

Sin esperar respuesta, subo las escaleras hasta llegar al segundo piso, camino por el pasillo hasta llegar a la puerta de la habitación de mis padres, justo en frente está la habitación de Batman, esto es necesario, ya que si él necesita algo, mi papá podía ayudarlo de inmediato o al menos ese ha sido el argumento.

Cierro mi mano en un puño para llamar a la puerta. No fueron más de tres segundos cuando un enfermera de pelo recogido y un uniforme blanco abrió la puerta, ya tenía todos sus instrumentos en la mano. Me vio por un milisegundos antes de bajar hacia la entrada.

Lucía joven, lo máximo que tendría son unos veintiséis años.

En el interior de la pieza, veo a mi abuelo recostado en la cama, empuñando su mano para estirar el brazo hacia delante y traerlo a él con efusividad. Parece que ha ganado una lotería.

Mi pizzera es una idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora