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Pasé el resto de la tarde contándole a Negan mi relación con Daryl, omitiendo algún que otro detalle, ya que tampoco era cuestión de contarle toda mi vida. Nos tumbamos en la cama, yo sobre su pecho.

Le dije que me había criado con él y con Merle, su hermano. Nuestros padres también eran amigos desde pequeños, ya que descendían de una familia de cazadores. A pesar de la gran diferencia de edad, mi padre me llevaba a todas y cada una de las cacerías que organizaba con el padre de Daryl. Era obvio que Jeff quería un chico, pero la biología y el destino le arrebataron el poder de tomar esa decisión.

Aprendí a rastrear cuando tenía siete años, a despellejar a un animal a los diez, y a cazar a los doce. Daryl me cuidaba como si fuese su hermana pequeña, hasta que un día, cuando tenía dieciséis años, dejó de mirarme de esa forma.

Fue algo realmente bonito y mágico desde el principio. Jamás había experimentado un amor tan fuerte. Daryl se convirtió en mi soporte diario, mi salvavidas cuando sentía que ya nada podía ir peor, y, poco a poco, yo también me convertí en el suyo. Pero ser tan dependiente emocionalmente de alguien nunca puede acabar bien.

Como era de esperar, comenzaron los celos, las mentiras, y las manipulaciones por parte de ambos. Cuando descubrí que estaba embarazada intenté arreglarlo todo, poner solución a los problemas que habían estado asfixiándonos los últimos meses, sin éxito alguno. Y el comentario de que abortara tirándome por las escaleras fue el que acabó con todas mis ilusiones y esperanzas de que todo volviese a ser como antes.

Los latidos del corazón de Negan y sus manos trazando dibujos en mi pelo hicieron que cayera en un profundo sueño sin darme cuenta. Cuando volví a abrir los ojos, ya era de noche. Me desperté agitada y desorientada por culpa de una pesadilla. Me encontré a mí misma aferrada al torso de Negan, a la calidez que desprendía. Podría haberme quedado toda la noche abrazada a él, pero ese mismo pensamiento me asustó tanto que salí de la cama de un salto.

—¿Eres de esas mujeres que se escabullen en medio de la noche? —su voz ronca me sobresaltó cuando estaba saliendo por la puerta.

—Negan —suspiré, intentando encontrar las palabras—, esto no ha pasado, ¿de acuerdo? Jamás lo vuelvas a mencionar, y, si te importo aunque sea un poco, no lo uses contra mí.

—¿Por qué no dejas que nadie te cuide? —me dio un vuelco el corazón.

—Sé cuidarme sola —di la conversación por finalizada cuando cerré la puerta detrás de mí.

Volví a mi habitación, encontrándome a dos salvadores por el camino que estaban de guardia. Me miraron curiosos, pero les ignoré. Estaba más concentrada en tragarme el nudo de la garganta y en aplacar el cosquilleo de mi estómago cuando pensaba en los dedos de Negan enredados en mi pelo.

[...]

Habían pasado tres días desde todo lo sucedido. Estuve dedicando la mayor parte de mi tiempo a hacer guardias y a evitar a Negan, aunque, tarde o temprano, tendría que volver a mirarle a la cara, ya que el Santuario no era tan grande.

Una canción resonaba de fondo allá a donde iba. Incluso en la torre de vigilancia más alejada, si me concentraba, podía seguir la letra en mi cabeza.

We're on easy street
And it feels so sweet
'Cause the world is 'bout a treat
When you're on easy street

Cuando le pregunté a Dwight, resultó ser la canción que estaban usando para torturar a Daryl, para volverle loco. De esa manera, podrían doblegarle a su antojo. Pero lo que ellos no sabían es que Daryl estaba hecho de hierro. No podrían controlarle, ni si quiera torturándole físicamente. Solo algo que le importara realmente sería capaz de romperle.

Olivia | Negan and DarylWhere stories live. Discover now